CADA VEZ MAS GRANDE, CADA VEZ MAS CERCA.

Cada vez más grande. Cada vez más cerca. La Villa le ganó 2 a 1 a General Lamadrid que puso en cancha un grupo de juveniles que jugaron y se comportaron como adultos. El impactante marco con el que lució el bosque se fue delirando en una carvana interminable hacia su República de Berisso. No es para menos, San Carlos, su orgullo, es una verdadera máquina de regalarles alegrías, y se encolumna directamente hacia el título. ¡"Porque este año desde Berisso, desde Berisso salió nuevo campeón!" Cuanto hacía que no se escuchaba ese canto sagrado, casi místico que tienen las hinchadas de fútbol, por la vida de Villa San Carlos. Allá arriba, los casi 5 mil villeros desataban su delirio sin cálculos ni precauciones. Por eso el "que vamos a salir campeones" sonaba más creible que nunca. Si hasta los jugadores casi se prenden. Pero no. "hay que ganarle a San Miguel" repiten después como programados para seguir siendo los mismos. Atrás habían quedado las cábalas, que por estos días se multiplican aritméticamente.También habían quedado atrás los ruegos y las plegarias cuando ese pibe "insolente" de Lamadrid se le dio por invitar a la fiesta a la incetidumbre justo en el final. Atrás había quedado un partido que fue solo fue dificil en el principio y en el final, caundo los chicos del carcelero se salieron del libreto y apretaron un poco más arriba. Porque durante el resto del desarrollo se pareció más a un entrenamiento que a un partido. Fue cuando la Villa manejó la pelota a gusto y placer, y la hizo rotar lateralmente hasta el cansancio. Allí se pudo ver lo mejor que este equipo ostenta. Una concentración furiosa para ocupar los espacios un tiempo antes que el rival. Y una profundidad para herir rivales como no tiene casi nadie en esta categoría. En esta caso, como en la mayoría, la profundidad vino gracias a los despliegues conmovedores de sus carrileros, Gonzalo Raverta y Leandro Madrid. Pero también apoyados desde atrás por la inteligencia y el sacrificio de dos verdaderos leones: Mauro Raverta y el vasco Ochandorena. De varios de estos nombres surgieron entonces los goles. El primero con una subida llena de timing y precisión del vasco, que terminó en la cabeza goleadora de Gonzalo. El segundo por la virtud de Madrid que por izquierda le sirvió el gol a Rodrigo Salinas. Pero San Carlos no se agota en esos nombres. Cuando ellos no pueden el resto los apuntalan. Porque nadie quiere ser figura. y porque, sin verso, la figura es el equipo. Que juega cada pelota con la convicción de que va a ganarla. Y sencillamente, por eso las gana. Esta vez Sommariva tuvo un primer tiempo impreciso como lo había tenido Madrid en Loma Hermosa. Pero la confianza es tanta que permite revertir rendimientos aun en los mismo partidos. Por eso en el complemento levantó otra vez su nivel. Y tambien por eso, Miranda y Salinas están jugando tal vez como nunca en su vida, enteramente, por y para el equipo. Cuando el gol de Lamadrid cortó por un rato la euforia en las tribunas, fueron los mismos jugadores los que le recobraron la confianza. "Parece mentira, nos asustamos nosotros más que los jugadores, Ellos están cada vez más seguros", decía un dirigente en los vestuarios todavía exitado por el triunfo. Eso que decía el dirigente tiene un nombre: se llama convicción. Y a este equipo le brota por los poros. Desde esa convicción se explican los buenos rendimientos que tiene en instancias estresantes, de presión... Había que salir vivos de la final que significaba J.J Urquiza y se le ganó con una autoridad tremenda, había que aguantar la presión que significaba la victoria de ayer de Excursio y se jugó como si dicho resultado no hubiera existido. Había que ganarle a los chicos de Lamadrid (que habían bajado hace poco a Dálmine), que no tenían nada para perder, y se los superó. Juega bajo presión, la absorbe y la recicla hasta transformarla en un hermoso canto de fe. Desmoraliza a los rivales, a quienes vienen a arruinarle las fiestas, y a los perseguidores, que esperan que se caiga y observan como cada vez se consolida más y más. Juega como un campeón. Aunque todavía no lo sea en las matemáticas. Por un momento el "camino del petróleo" que une La Plata con Berisso se llenó de remeras y banderas celestes y blancas. Como en un manicomio suelto de locos felices, cada cual atendía sus emociones como podía, y las soltaba sin límites, que ya de ellos está llena la vida. Tenían como dice la bandera, "un pacto para vivir" . Su viejo y querido San Carlos está punto de alcanzar el momento más sublime de su historia.
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