A LO CAMPEON

Vivió una fiesta a lo campeón. Con la organización que incluyó un desfile inédito en esta institución, con cientos de pibes recibiendo a los héroes de la Primera División que les ofrendaron el orgullo del ascenso. Un espectáculo de fuegos de artificio y la vuelta olímpica al final del partido con la copa en manos de Leandro Martini. El partido? Ah si. Fue ante El Porvenir, antes grande. Hoy parteneire, que celebró un 1 a 1 ante el campeón. El frío calaba los huesos, encima llovía. Sin embargo mucho público guapeó la adversidad y se hizo presente para reconocerles a los jugadores de La Villa lo que se merecían. Jugaban por última vez en esta categoría de Primera C en la que estuvieron durante 7 años y había que estar presentes. Cuantos equipos grandes de la divisional hicieron lo imposible para estar enese lugar de privilegio que hoy goza San Carlos. Laferrere, Excursionistas, J.J Urquiza, Barracas Central, Villa Dálmine entre otros. Con sus poderíos a cuestas y sus obligaciones de subir a la B Metro no consiguieron lo que este grupo de jugadores, cuerpo técnico y dirigentes ayer celebró. Ni hablar de el Porvenir, que el destino quiso que viniera como escribano testimonial de como se hacen las cosas. Futbolística y humanamente. Que a excepción de los primeros 25 minutos donde La Villa lució desconcentrada por la resaca de los festejos, después respetó hasta al asombro al que antes era el equipo chico de la divisional. Invertidos en los roles históricos, los de Gerli buscaron el empate aun cuando iban ganando. Después del primer tiempo, los jugadores de San Carlos entendieron que la diferencia la hicieron jugando y se dedicaron a eso. Entonces no tardó ni un minuto en empatarlo gracias a la muy buena definición del pájaro Miranda. Con la recuperación de la identidad, el partido se transformó en un monólogo. El Celeste con la pelota y el campo a favor, y el Porvenir recluyéndose alevosamente, solo con Herrera como salvavidas futbolístico. La gente mientras tanto estaba en otra cosa. Buscaba como se hace siempre destinatario para las dedicatorias, y flameaba una bandera gigante que prometía amor eterno. El partido era una excusa para reunirse una vez más y disfrutar de estos días memorables. La familia de San Carlos está gestando una nueva era. Los dirigentes, hábiles, supieron aprovechar el momento y convocaron a las familias de los chicos que practican deportes en el club asegurándose el futuro cariño de esos chicos por la institución. Como en esas imágenes de la infancia que uno atesora en la memoria, ninguno de esos pibes olvidará la salida de sus ídolos a la cancha con ellos recibiéndolos entre banderas y camisetas pequeñas. Son los hechos que van soldando la identificación de la gente hacia un club. La pertenencia afectiva. De un club que viene de ser chico pero que quiere ir rumbo a ser grande. Justo al revés que el rival de turno. Que se nutre solo de nombres faranduleros, de dinero y poder. Pero alejados del valor simbólico pero efectivo del amor por los colores. Y pensar que tan cerca tienen a un ejemplo como Lanús... En fin. Cada cual escribe su historia como quiere. Y San Carlos la escribió desde lo constructivo, el beneficio común ( y no el individual) y la pasión por una causa noble. A veces pasa. Cuando hacés las cosas bien el final suele ser feliz. El tiempo acomoda todo y a cada uno en su lugar. Por eso cuando Velarde pitó el final, acomodó a los jugadores villeros en otra hermosa y merecida vuelta olímpica...
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