Los pronósticos eran reservados. Barracas venía de ganar golear y gustar ante Nueva Chicago y Comunicaciones. Sin embargo, y después de un arranque dubitativo, Villa San Carlos mostró buenas armas futbolísticas, y estuvo tan cerca de ganarlo, que terminó más molesto por el empate que el propio local. Facundo Besada empieza a encontrar el equipo, y esa es la mejor noticia que asoma en el horizonte celeste.
El valor de los empates se mide por varios motivos. La forma en la que se da, es uno de ellos. Y en eso San Carlos se quedó lamentando, porque lo iba ganando, y porque en el segundo tiempo fue superior a Barracas Central. Pero también se mide por el contexto y los antecedentes; y en eso el punto es valioso, primero porque Barracas venía con antecedentes peligrosos; y luego porque después de una derrota como la que se dio ante Italiano, siempre es necesario volver a sumar de manera inmediata.
Al margen de las valoraciones, que siempre tienen que ver con el cristal desde donde se mire; La Villa dejó en Barracas un grato mensaje, a los observadores, y lo que es más importante; a sí mismo. El mensaje dice que con una cuota más de audacia, como la que tuvo ante el Camionero en el segundo tiempo, y jugadores que vayan creando sociedades ofensivas; este equipo empieza a mostrar un juego del que carecía en las primeras fechas; cosecha del punto al margen.
Es cierto que fue de menor a mayor, pero también que así se arman las sociedades, conociéndose en la cancha, mejorando las ubicaciones que complementan al compañero, y lo auxilian construyendo posibles toques. Le costó un rato entenderse, pero a base de intenciones de jugar más por abajo y menos al pelotazo, las parejas se fueron encontrando. Madrid con Oroná, este con Valenti, Gonzalo Raverta aunque en otra función (la de picar como búsqueda de la profundidad), y algo de Pelanda, al que tal vez no le dé la velocidad de piernas, pero que se nota, entiende el juego.
Entre esos nombres, le empezaron a dar algo de alivio a una defensa que en los primeros veinte minutos del primer tiempo se cansó de rechazar pelotas para que le volvieran demasiado rápido. Fue el único lapso en el que Barracas dominó las acciones con la tenencia de la pelota como principal arma, aunque sin lastimar. Después apareció el mejor San Carlos. Ya antes de terminar la etapa inicial con dos jugadas de gol que no pudo convertir Valenti (luego lesionado con esguince de tobillo). Pero lo mejor estuvo en el complemento.
Porque lo arrancó con decisión y confianza en sí mismo. Y en diez minutos creó 3 situaciones de gol muy claras. Primero lo tuvo Gonzalo Raverta por izquierda, entrando por sorpresa y anunciando que se iba a transformar en figura. Luego Pelanda de cabeza, pero en ambas ocasiones el arquero barraquero salvó extraordinariamente. Debía llegar el gol y llegó. Después de un cabezazo de Valenti y el rebote del arquero, con Gonzalo Raverta metiéndola con furia.
Temíamos que el viejo vicio de retroceder volviese y los minutos siguientes lo comprobaron. Porque Barracas metió todo lo que tenía, pero San Carlos reculó y dejó de jugar como lo estaba haciendo. Entonces el empate llegó por decantación. Y ahí si, volvió a salir; como una típica imagen de juegos psicológicos que el fútbol suele ofrecer poniendo el resultado como motor de las actitudes.
Las intenciones siguieron siendo buenas, pero Madrid ya no podía más; y esta vez los ingresos de Sarati y Pasquale no fueron buenos. Solo Oroná y Orfila que tuvieron mucho que ver con el crecimiento del segundo tiempo ofrecían empuje, junto a los del fondo. Pero el tiempo de ganarlo había pasado, y el resultado final estaba sellado.
Entonces, pese a algún lamento comprensible, se abrazó al punto y se volvió a Berisso. Con un empate, pero con algo mucho más importante. Los segundos tiempos ante Italiano y Barracas demostraron (y lo que es más interesante se demostró a si mismo) que puede jugar bien al fútbol, y que tiene con que hacerlo. Las sociedades se van armando y los minutos juntos acrecientan la confianza. Madrid, Gonzalo Raverta y Oroná saben con la pelota y se nota. La continuidad lo demostrará. Como lo demostró este encuentro ante Barracas. Que venía como un “cuco”, y terminó ante la personalidad de San Carlos, como un equipo más.
10/9/10, 0:10
Esa es la casaca de Temperley?
Hijos sin identidad jaja