CAMBA ENCONTRÓ EL CERO EN LOS DOS ARCOS


Otra vez decepcionó desde le resultado, y algunos silbidos sobre el final de los estoicos hinchas prendieron las luces de alarma de los indicadores de paciencia. Camba empató 0 a 0 ante Villa Dálmine que llegó último a Ensenada y se fue apreciando el punto. El Rojo hizo un buen primer tiempo pero acelerado, nunca tuvo pausa para ser certero ante el arco rival. El segundo, en cambio, ni siquiera pudo sostener la superioridad, y el cero, una vez más, volvió a cuestionar el momento del equipo.
Nadie pone en duda la continuidad de Martín Zuccarelli. Ni la voluntad del propio entrenador, ni la obediencia de los jugadores que lo bancan incondicionalmente, ni los dirigentes, que creen en él, pero que además no andan con ganas de sumar nuevos problemas a un club que ya los tiene bastante. Nadie, excepto los resultados, que transcurridas once fechas nada tienen que ver con lo imaginado.

Este empate ante Villa Dálmine, levantó la temperatura en algunos hinchas (algunos), que empiezan a estar molestos por verse en el fondo de la tabla. Pero que no se transforma en bronca porque ven que el equipo tiene una idea y una voluntad de juego. Eso pasó en la mayoría de los encuentros que el elenco ensenadense desplegó su juego abierto, frontal y noble más allá de rivales, condiciones y canchas. Eso sostiene este momento y alimenta la esperanza de un despegue que sin embargo sigue sin llegar.

La igualdad ante Villa Dálmine se dividió claramente en dos partes. La primer etapa, en la que el Rojo gracias otra vez al buen trabajo de Adrián Jones en el medio, y esta vez, al mejor acompañamiento de Casanova y Ladogana como doble enganches, superó con holgura a un visitante demasiado “apichonado”. La presión intensa más los desbordes en profundidad de los jugadores de Camba, hicieron de los primeros minutos sobre todo, una inclinación del terreno muy favorable. Sin embargo, una vez más se falló en la definición. Y una vez más faltó calma, en la secuencia final de cada jugada.

Fue el momento en el que el equipo confundió despliegue (que lo tuvo y en gran medida) con aceleramiento desmedido que confundió las ideas para resolver, y concretar lo que se generaba. Sin embargo, la postura agresiva, alcanzó para desbordar muchas veces, y redondear un primer tiempo en el que hubo más elogios que críticas.

Porque en el complemento, ya Cambaceres fue otro. Con los cambios y sin ellos. No pudo sostener el paso de un ritmo infernal basado más en lo físico que en lo técnico, y entonces hizo su aparción cierta impotencia propia de quien no obtiene resultados. Ya Náser, Catriel y Yañiz empezaron a perder convicción de ataque, y Villa Dálmine, con un poco de orden y alguna estocada, amagó con generar problemas.

Cambaceres, que fue de mayor a menor, había dejado lo mejor de su repertorio en el primer tiempo. Al punto que sobre el final, Ubiría, el delantero que ingresó para los de Campana, estuvo a punto de meter un gol tras un mano a mano que una vez más Arias Navarro tapó brillantemente. Era la réplica de un conjunto que fue perdiendo fuerza y convicción a medida que transcurrió el tiempo.

En el balance, Camba salió perdiendo. Por eso cierto nerviosismo en el final indeseado, con la victoria otra vez ausente, tras once fechas impensadas de resultados grises, y goles ausente. Todos confían que en algún momento los goles aparecerán, y la confianza, contagiosa en este bendito deporte, revierta es círculo negativo en positivismo. Todos, y sobre todo Martín Zuccarelli, dueño de una confianza extrema, pero también de cierto cansancio por los resultados adversos.
                                                                                               Martín Ortiz
 
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