Cuando el partido se iba, cuando el empate dejaba un molesto sabor insulso, Juan Pablo Ortiz, el más mimetizado de todos con el regreso a Berisso, estrelló un remate electrizante al ángulo en un tiro libre que será tan memorable como su propio gol a Defensores. Este San Carlos, de rendimiento irregular pero de triunfos importantísimos, volvió a regalarle una gran alegría a su gente que copó otra vez el renovado estadio de Berisso.
Minuto final del partido. Tiro libre para Villa San Carlos a 10 metros del área grande y van todos a cabecear. El “chori” Ortiz se para frente a la pelota en intenta sorprender abriendo para la corrida del pibe Barceló. La resolución era muy mala porque los defensores de Los Andes se avivaron y marcaron fácilmente la acción. El juez Possi, sin embargo, no había dado la orden, por eso va de nuevo. Entonces, el mismo Ortiz que había cometido semejante error, asume una decisión inesperada, le da derecho al arco y con un bombazo fabuloso la incrusta en el ángulo. Así es el fútbol mi amigo, se puede pasar de villano a héroe en un instante…
Como este Villa San Carlos, que por momentos crece con su actitud entusiasta y metedora, y en otros desconcierta por su desorden que invita a los rivales a atacarlo. Las dos caras de un mismo equipo que mientras genera elogios y dudas, gana mucho más seguido de lo que todos imaginaban. Basta con repasar la estadística de los últimos partidos, donde ganó 5 de los 7 que disputó. Nada menos.
Esta vez le tocó a Los Andes padecer la enorme eficacia ganadora de este equipo de Enrique, que primero cosecha puntos, y luego, si hay tiempo, algún elogio. También es cierto que Los Andes se padece a sí mismo. Costaba imaginar alguna vez a un grande como este equipo de Lomas de Zamora, arrastrarse por las canchas y las tablas de la B Metropolitana. Las estadísticas indicaban que no paraba de perder, que no hacía goles, que estaba muy mal. Pero…alguna vez las rachas se cortan, y bien podría haber sido en Berisso. También en eso radica el valor de este triunfo.
Lo cierto es que San Carlos jugó un primer tiempo irregular. Donde alternó buenos momentos como los que martillo Ortiz, Nacho Oroná y Pasquale se hicieron cargo del equipo y lo empujaron hacia arriba. Y otros muy flojos, donde se perdió el medio campo por jugar muy abierto y no tener en el chori Ortiz el “ladero” que Oroná necesitaba para presionar más arriba. Fueron momentos en los que la defensa salía a la desesperada a cortar al vacío, y con varia imprecisiones.
Los Andes podría haberse puesto en ventaja en ese lapso, la más clara fue la que “el vasco” Ochandorena la sacó con el taco, despatarrado y de espaldas, cuando el gol de Gómez era un hecho. Pero San Carlos en sus momentos de dominio contó con varias. La más clara la de martillo Ortiz que tapó Cáceres; sumadas a otro gol errado de Pelanda, un tiro libre de San Esteban, y una de Pasquale, “el hombre orquesta” del ataque villero.
No cambió demasiado el segundo tiempo hasta las modificaciones que metió el loco Enrique. El Celeste, por característica de sus jugadores, era más fuerza que juego, y más pelotazos que pases. Y Los Andes, tímidamente se animó a apurar algunos in disimulables problemas defensivos. Después de ciertas zozobras, vinieron los relevos (para nosotros algo tardíos), y con ellos, lo cambios. El debut del pibe Barceló le dio una cuota de aire muy fresco de ataque; y el regreso de Lea Martini, la convicción de que se podía ganar.
Fueron 15 minutos de empujar a Los Andes contra su arco. Aunque en honor a la verdad para tambalear a la defensa del milrayitas no hacían falta esfuerzos desmedidos. Solo bastó con meter más gente de ataque y presionar más arriba; el resto lo hacían las impericias de sus defensores.
Varias jugadas confusas, tan llenas de dramatismo como de olor a gol iban a rondar el área de “cubito” Cáceres. Sin embargo la menos esperada terminaría en gol. Fue la del error y el acierto del chori Ortiz. Donde las dos verdades que conviven en el fútbol se turnaron para burlarse de los juicios de valor definitivos. Donde ese morocho con la 5 en la espalda pasó de ser villano a ponerse nuevamente el traje de héroe. Para que exploten cientos de gargantas, y que Berisso siga siendo, una fiesta interminable.
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