Estaba para la goleada en contra y terminó poniendo a Berazategui contra las cuerdas. Así de cambiante fue el muy buen partido que ofreció Camba desde su reacción que en las últimas fechas, ha sido una marca registrada de esta, su mejor versión. A los diez minutos del primer tiempo perdía 2 a 0 y estaba para el papelón; faltando diez para terminar Carrasco casi convierte un gol fantástico con el que el Rojo estuvo a punto de realizar otra hazaña. La conclusión sale sola: este Cambaceres tiene personalidad.
Era Berazategui o la naranja mecánica. La tentación de llenar de elogios a los dirigidos por Juan Carlos Cerrillo en ese comienzo apabullante fue inevitable. Y la pregunta de cómo ese equipo con esos jugadores no pelea el campeonato también. Una rato más tarde encontraríamos las respuestas; porque Berazategui, en sus vaivenes extremistas dentro del partido, demostró un desequilibrio propio de los conjuntos inmaduros e irresolutos.
Aquellos minutos iniciales, donde Camba no hacía pie en el medio, y era desbordado sistemáticamente, habían sido más virtud del rival que desconcentración propia. Nadie podía preveer semejante comienzo a tamañaza velocidad y precisión combinada de jugadores como Pombo, Horvat, Pastor (verdugo infalible), o Fener. Eran verdaderamente una maquinita naranja, que convirtió 2 goles en 9 minutos, y que pudo convertir varios más.
El Rojo asistía impávido a dicha superioridad, hasta que de a poco; comenzó a madurar otro partido, a otro ritmo, y con otros significantes. Más lucha y menos velocidad, más fricción y combatividad. Había empezado el partido de Benavente y Jones. El primero desde la simpleza de la recuperación y el toque rápido y seguro. El segundo con aristas de brillantez, al punto de ser el mejor lanzador que tuvo su equipo en toda la tarde. Entonces, el pelotazo cruzado a González empezó a hacer mella en una defensa de Bera, que apretada, jamás respondió.
El pleito jamás volvió a ser como al principio; y Camba amasó una reacción que ya se vislumbraba antes del descuento de Riky González. Con el adelantamiento de las lineas, Defensores empezó a adueñarse de las acciones, y con ello el crecimiento individual de cada jugador se acentuó. Había llegado el tiempo de la demostración del carácter de este equipo, con varias muestras en los antecedentes inmediatos.
Por eso en el complemento ya no sorprendió el gol del empate, más allá de que la fortuna haya estado de su lado en la carambola que le permitió a Pancho Ladogana festejar con furia su gol. Hacía rato que Camba merecía ese empate.
Crecido el equipo, crecieron las apariciones de Kissner y Maxi Benítez, que en el primer tiempo casi no fueron asistidos. Al menos como corridas que obligaron a los defensores del naranjita. El problema de todas formas fue que las jugadas bien construidas desde el medio hacia fuera, casi nunca fueron acertadas en su final, con centros malogrados.
Un segundo tiempo mucho más deslucido, pero también más cercano a lo que quiso plantear el equipo de Santa María. El juego de lo físico, a favor de quitarle ritmo y espacios a Berazategui. Pudo ser para Bera, es verdad, con ese remate de Oltolina que desvió casi debajo del arco. Pero el que estuvo siempre más cerca fue el ensenadense.
Sobre todo cuando Maxi Carrasco, ese interesantísimo valor que tiene este plantel, observó a Nacho González y le colocó el remate por encima suyo con brillante clase. Solo el infortunio hizo que el balón rebote en el poste. Hubiera sido un golazo impresionante.
De todas formas, en honor a la verdad el empate no le quedó mal al partido. ¿Un tiempo para cada uno? No tanto. Pero si se repartieron lapsos de dominios con otros de confusión. Aunque el momento de Bera haya sido evidentemente mucho más abrumador. El gran mérito de Camba estuvo en la gran reacción, que demuestra el carácter de este equipo, que tiene errores y aciertos; pero ante todo, ha recuperado lo más preciado que debe tener un grupo humano, la personalidad para enfrentar la adversidad.
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