En el último suspiro, la única alegría de la tarde. Un cabezazo de Emanuel Sarati, con una insólita reacción del arquero de Armenio significó un alivio para un partido insoportablemente malo protagonizado por La Villa y Armenio. Antes, la repetición de una actuación, magra, deslucida y llena de desaciertos. El Cele quedó con este empate, a una sola unidad de salvarse de todo. Un dato para celebrar. Pero algo opacado por la sensación de que este equipo puede hacerlo dando mucho más.
“¿Cómo salió San Telmo, perdió? Y Flandria también. Cuanto que vale este punto. Estamos ahí de seguir en la B” La voz de uno de los protagonistas, no coincidía con las caras de la mayoría. Más propias de la consecuencia de un partido muy mal jugado, que del resultado que los deja tan cerca de seguir en la B Metro. Parece contradictorio pero no lo es. El fútbol suele dejar estas sensaciones ambiguas; en las que el juego prevalece en el ánimo por sobre el resultado. Y el juego de San Carlos fue pobre, muy pobre. Por eso el ánimo caído, y las caras preocupadas a la salida del vestuario.
El primer tiempo fue el manual de todo lo que no debe hacerse en el fútbol. Jugadores estáticos, clavados tácticamente, y en consecuencia entregados al pelotazo previsible para compañeros, igual de estáticos. Ninguno pasando detrás de la jugada para abrirlas, ninguno metiendo una diagonal sin pelota, ninguno fabricando espacios para que el compañero con pelota tenga más de una opción. Ni tirando una diagonal para fabricar un espacio al vacío. En fin, ninguno contradiciendo la lógica de cada jugada. Así es imposible ver otra cosa que lo que vimos. Un montón de secuencias ordinarias, y un espectáculo decadente.
Esta vez no hubo siquiera individualidades que salven la falta de ideas colectivas. Ni siquiera aquellos que siempre “se salvan”. Esta vez la confusión los envolvió sin distinción de nombres ni antecedentes. Hasta el ingreso de Emanuel Sarati, cuando todavía el partido estaba igualado, Villa San Carlos no había pateado ni una vez al arco; a excepción de ese cabezazo que dio en el palo de Aguimcer, anulado por supuesto off-side. Pero tampoco había brindado en el fondo, salvo por el mismo Aguimcer, esa sensación de fuerza que siempre se vé, amèn de errores o aciertos.
Y a propósito de posiciones adelantadas, el gol de Pacheco nos dejó muchas dudas. Porque quedó solo ante Volpe para fusilarlo después de una habilitación que solo otorgó la complacencia del línea número uno. De todas formas, ya antes, el equipo se notaba débil, frágil a la primera estocada de Armenio. Y la observación se hizo valedera cuando llegó el gol que parecìa, definirìa el partido.
San Carlos sufre el mal de aquellos equipos que andan desconfiando de si mismos. Necesita que le conviertan para esbozar una reacción. Y Armenio, que anda con el síndrome “miedo a ganar”, hizo el resto. Entre los dos flagelos, sumados a los ingresos de Sarati y Madrid , lograron en 10 minutos lo que antes era auténticamente imposible; crear riesgo de gol. Madrid con un remate que cruzó el arco y no entró por mala fortuna. Y Sarati porque volvió a demostrar que es diferente. Disminuido o no físicamente lo es. En un ratito, generó 3 infracciones cerca del área de Armenio, remató al arco, y consiguió el empate, más allá del blooper del arquero.
El gol se gritó con bronca. Con esa bronca que nace de la impotencia cuando no sale ninguna. Y sobre todo cuando no sale ninguna después de haber demostrado que con estos jugadores se puede jugar muy bien al fútbol. Porque nadie se olvidó de hacerlo. Pero a todos parece haberles agarrado el bajón de manera simultánea. Por eso el punto vale tanto. Porque llegó de arriba, casi de regalo, y porque sirve en la tabla, que al fin y al cabo no sabe de rendimientos. Si no única y exclusivamente de números. Que cierran y que dicen que Villa San Carlos, está a un suspiro, de quedarse otro año en la B Metropolitana.
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