GANÓ LA BATALLA DE CASEROS

Nobleza obliga. La originalidad del título es potestad de los mismos directores técnicos villeros. Este triunfo ante San Telmo, rival que también tiene que sumar por el promedio, se dio bajo un desarrollo que tuvo más que ver con una batalla que con un juego. Piernas fuertes, músculos exigidos al máximo y caras desafiantes sembraron la cancha de Caseros. Pero La Villa, con un trabajo descomunal de su defensa y se medio campo, y la creciente calidad de Ema Sarati, fue más y se llevó el triunfo merecidamente ante el candombero. Tres puntos que no tienen precio, para un partido en el que se entregó todo y más.
Se enfrentaron dos equipos muy serios. Que fueron a lo largo del torneo, y serán en lo que queda de él, rivales insoportablemente molestos para los grandes. Y para los otros “chicos”. Dos equipos que al principio se diferenciaban pero hoy se parecen mucho más a partir de que La Villa está entendiendo como hay que jugar en esta nueva divisional. Sin resignar el estilo de la pelota contra el piso. Pero luchando en todas sus líneas hasta el punto de conseguir que sus primeros defensores sean sus delanteros.
Eso entendió sobre todo en el segundo tiempo, cuando “el pájaro” Miranda y sobre todo Sarati se pusieron el “overol” y cooperaron para la causa. Allí San Carlos pudo plantarse más adelante y hacer que sus volantes tengan aire y algunos metros para ganar la pulseada en el sector más poblado. Porque San Telmo, con su sorprendente esquema de tres defensores, y cinco volantes que incluyeron a Sever como enganche sin referencia posicional, había arrancado mejor el partido. Y La Villa no le encontraba la vuelta.
En realidad fueron los primeros 20 minutos del primer tiempo y no mucho más. Pero el dominio táctico, aun sin profundidad (al fin San Telmo no le creó ni una jugada de peligro real en todo el partido), hacía que se “forzara la máquina” en una defensa que actuó de forma perfecta. En eso hay que destacar el valor de Ezequiel Aguimcer, de una personalidad y seguridad llamativa para rechazar con firmeza, de arriba y de abajo. Lo de Fede Slezack también es brillante, cada vez más jugador para elegir la opción más conveniente. A su favor cuentan con los cómplices ideales para cualquier central. Cuando tienen que salir al cierre hacia sus costados, lo hacen a espaldas de dos que ya se los entregan “averiados”, Mauro Raverta y Lucas Ochandorena que tienen una entrega conmovedora.
Y en el medio con otros dos que hacen otro tanto; Santiago Sommariva e Ignacio Oroná. De ellos nace este equipo que combina sacrificio con juego. Que en la lucha a la par de cualquiera, y en el juego a veces hasta un escalón por encima. Esta vez a Leandro Madrid y a Gonzalo Raverta les tocó más trabajar que lucirse. Pero tuvieron la virtud de entenderlo a tiempo, y leyendo el partido, también terminaron ganándolo. Es que San Carlos supo a tiempo disfrazarse de San Telmo, y empardando la estrategia del partido, finalmente pudo marcar la diferencia de calidades de alguna de sus individualidades.
Así llegó el gol a los 11 del complemento. Con una jugada espectacular. Sommariva que lo ve a Miranda de espaldas al área, este juega de primera para la subida por sorpresa de Gonzalo Raverta. Y el volante mete un cambio notable de velocidad, a la carrera mete un centro que ya en su trayecto era medio gol, y Emanuel Sarati lo confirma con un soberbio cabezazo al palo derecho de Gambandé. Golazo. Con todas las letras.
El que hacía el gol ganaba. Pero no fue casual que lo haya hecho San Carlos. Ya en la primera etapa, después de los 20 minutos de ahogo iniciales, era quien más había insinuado. Con un tiro libre del “pájaro” que besó el travesaño. Con un remate debil de Madrid cuando estaba bien posicionado. Y con un desborde del mismo volante que no alcanzó por muy poco Sarati. Las otras tres jugadas de gol que tuvo el Cele en el segundo tiempo lo justifican como ganador.
Una fue una gran apilada de Oroná, que en combinación con Sarati y Miranda se quedó sin aire para rematar mano a mano ante el arquero de Telmo. Y la última un yerro defensivo que cuando iba a capitalizar el ingresado Berdún, el mismo Gambandé lo derribó fuera del área y se tuvo que ir expulsado. El resto del juego fue una gran pulseada que San Carlos, exigiéndose al máximo de sus posibilidades. Un ejemplo fue el pollo Raverta, que tuvo que salir porque no daba más.
¿San Telmo? Un equipo firme y sólido que trabaja los partidos dilatando el cero en su propia valla, hasta encontrar el hueco para perforar la ajena. Esta vez no le salió. Porque La Villa fue más inteligente.
El final de Suárez se festejo con euforia. Es que entre que adicionó 5 exagerados minutos, inventó un tiro libre en la puerta del área, y luego agregó uno más, creó una angustia que el mismo equipo de Reinoso no había podido crear por si mismo. De allí la descarga y el festejo exultante. Con lo poco que todavía quedaba de fuerzas destinado a recoger las armas de combate, y limpiarlas para el último del año, contra Brown de Adrogué. Se había ganado la batalla de “Caseros”, como la denominaron Malli y Besada. Y era tiempo, para el reposo de los guerreros…
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