LA VIDA COLOR CELESTE v

La Villa ganó el partido que debía ganar. El más dificil. El que estaba obligado a hacerlo si es que se quería demostrar a si mismo que no le temblaba el pulso a la hora de hacerse cargo de la chance de alcanzar la punta. Venció 1 a 0 a Sacachispas y desató una locura entre su gente que conmueve Berisso. Los hinchas están ilusionados,y los jugadores cada vez mas maduros. Por Berisso hay un sentimiento que todo lo contagia. La vida color celeste. Dicen que la felicidad es uno de esos momentos en los que uno logra olvidarse de todo lo demás. Cuando uno observaba a todos los jugadores, titulares y suplentes (todo un símbolo de unión sin individualismos). Cuando uno observaba a los villeros en la tribuna rendirles agradecimiento, crei ver esa descripción de la felicidad en su piel. Un momento sublime, espeso de emoción que contagia, que eriza la piel. Villa San Carlos atraviesa el mejor momento de su historia. La vida son momentos. Y los momentos hay que disfrutarlos. El partido de fútbol estuvo cargado de tensiones. Las de La Villa, que otra vez le costó acomodarse en el partido, sobre todo porque Sacachispas lo desacomodó con Ayala jugando atrasado, y con la movilidad de Salom y Coronel, que no lo dejaban a Sommariva jugar tranquilo en el medio. pero también porque el equipo lila, ante la verticalidad de San Carlos, le cambiaba golpe por golpe y quedó algunas veces al borde de romper con la última línea de los de Berisso. Con un medio campo de San Carlos que no funcionaba, tuvieron que "hacerse cargo" de la ofensiva del equipo Salinas y Miranda. Sobre todo Rodrigo que otra vez jugó un gran primer tiempo desde el "juego sucio" que debió asumir para ganar en las divididas de alto y de bajo, aun con infinidad de infracciones omitidas por esa especie de William Boo que era Dovalo, permitiendo infracciones por todos lados. De esa forma, el Cele, sin tener el control del juego, contó con las mejores chances. Con dos cabezazos muy buenos de Salinas (uno dio en el travesaño), con una doble pared de él y Miranda que fue abortada en el final, y con un remate del pollo Raverta desde inmejorable posición que se fue por arriba. Es decir, sin jugar bien, lastimaba más que Sacachispas. El segundo tiempo tuvo un elemento decisivo. El ingreso a los 2 minutos de ese magnífico jugador que es Ignacio Oroná. La Villa, con su talento, creció en todos los sectores. Porque Sommariva tuvo un aliado que ansiaba. Y porque de repente a los de arriba la pelota les empezó a llegar bien redondita. Tan redondita, que tras una apilada y un pase milimétrico del mismo Oroná, el pájaro Miranda quedó habilitado para después de pensar, colocarla contra el palo y desatara la locura de los villeros presentes y ausentes. En los últimos 20 minutos, los de Besada y Malli dispusieron de tres manos a manos clarísimos. De esos en los que hay tiempo y lugar para elegir como definir. Sin embargo las elecciones de Madrid una vez, y del pájaro dos veces fueron apresuradas. Y por eso hubo algo de sufrimiento. No por el juego de Sacachispas. Que con el violento y desubicado Ayala en sus filas tiene garantizado terminar siempre con uno menos (alguien debería tomar nota de su mala fe para jugar al fútbol y sancionarlo severamente). Pero si por la mínima diferencia, que exigió implorale al árbitro que lo termine. Entre las muchas pruebas que San Carlos debía y debe pasar en su camino al final del torneo, esta era para quien esto escribe una de las más dificil. La de cargarse con la mochila de que "si gana queda puntero". Durante mucho tiempo, cada vez que existía una oportunidad como esta, no se aprovechaba. Y esta vez se hizo. Un indicio muy lindo de que este equipo también es un grupo de hombres capaces de absorver y transformar lo que para otros son presiones, en algo placentero. Madurez, que le llaman. Cuando repasaba las fotos del triunfo que brillantemente Angel Banegas había conseguido, observé, como otras veces, que varios chicos suplentes se prendían al festejo como si hubieran jugado. A veces el hincha no percibe esas cosas. Pero déjeme decirle algo. En los hechos grandes, esas "pequeñeces" suelen ser las claves del éxito. San Carlos atraviesa por uno de esos momentos de grandeza. Por eso la vida le sonrie. Y tiene color celeste...
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