MISIÓN CUMPLIDA

Era tan redondo el número de puntos que se alzanzaba con el empate. Era tan tentadora la idea de irse a las vacaciones después de un extenuante pero felicísimo año con 25 puntos, 7 partidos sin perder y una levantada bárbara. Era tan necesario no perder con un equipo remendado por las bajas de Córdoba, Slezack y Sommariva, que el empate dejó un sabor muy dulce, cercano a la satisfacción. Así vivió la Villa este empate en cero de cierre de año, donde por las bajas y el evidente cansancio de jugar tan seguido, se vio superado en el juego ante Brown, pero no en el resultado. Que en definitiva es en lo que más se pensó.
Final del año. Pero no de un año más. Del mejor en la historia de este club. No se podía cerrar con una derrota. Pero el desgaste físico y mental de los jugadores, y la inminencia de las vacaciones que descontractura de ante mano, afloja fuerzas y merma rendimientos. Si a eso le sumamos que justo vienen a llegar a las quintas amarillas simultáneamente dos de los que mejor estaban rindiendo, Sommariva y Slezack, el panorama era aun más complicado.
Lo que se suponía se confirmó entonces en el campo de juego. Este Brown de Adrogué, de campaña irregular contó, además de con esas ventajas que tuvo que dar San Carlos, con varios jugadores muy buenos. Los dos mejores fueron Villamayor, un habilidoso volante ofensivo, y Ledesma, el centrodelantero que desbordó inteligencia para poner el cuerpo o ganar con habilidad y desconcertar a la defensa villera. Si a ellos le sumamos la experiencia de Zagharián, el tricolor justificó su dominio en el juego, y la mayor cantidad de goles que creó.
A San Carlos le costó todo el partido acomodarse en el medio. Con Rotondo tratando de ser prolijo, y acoplándose a Oroná, como en la primera ronda del torneo ganado en la C, pero extrañando el excelente momento de Sommariva, que corta y juega en un nivel muy alto. Para equilibrar ausencias, que también tuvieron que ver con una dupla central “ingertada” (más pendiente de no cometer errores que de presionar cerca de sus volantes), Gonzalo Raverta y Leandro Madrid estuvieron más en la faz defensiva. Lo cual hizo que Miranda (en una de sus tardes más flojas) y Sarati quedaran muy solos arriba, sin conexión.
Sarati intentó transformar cada avance en ataque, y cada pelota que le tiraron dividida en un balón en su poder; pero había un punto en la soledad de la jugada en la que no se podía prosperar más. Como dijimos, por la carencia de acompañantes.El equipo estuvo siempre pendiente de las fragilidades defensivas a las que no está habituado, y eso le hizo perder vocación de ataque.
La que si tuvo Brown, que con Ledesma nomás contó con 3 mano a mano, que Lavallén lucidamente supo resolver. Eso, mas un tiro en el palo de Villamayor fueron las mayores jugadas de peligro en el partido. Suficientes para decir que los de Adrogué merecieron el triunfo. Sobre todo en comparación a las que creó la Villa. Apenas un par de remates de Gonzalo Raverta en el primer tiempo, y uno de Oroná en el segundo; todos de media distancia. Las llegadas de Brown fueron mucho más claras. Sobre todo aprovechando la falta de ritmo de Kondratdiuk, que erró en un par de cálculos en pelotazos frontales, y expuso a Lavallén al mano a mano.
Finalmente una referencia ineludible al mamarracho de la tarde. Ese exasperante e impresentable hombre vestido de árbitro llamado Antonio Amato. Hace cinco años quien esto escribe se animó a decir “que era el peor árbitro que árbitro que vi en mi vida”. Hoy redoblo la apuesta, y sin mucho miedo a equivocarme: “probablemente será el peor árbitro que veré por el resto de mi vida”.
Indignaciones al margen, el partido le dejó a San Carlos la suma de un punto importante. Por el objetivo cumplido, pero también porque el desarrollo y las ausencias que generaron ese desarrollo, hicieron de este punto un premio. Porque llegó al final del año con la reserva de combustible que le quedaba para irse al receso felices y cumplidos. Ahora pueden disfrutar en paz de las vacaciones. Se lo ganaron.
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