Cuando la superioridad del rendimiento de un equipo al otro es clara; no tiene sentido buscar excusas; al menos si no se pretende quedar expuesto al ridículo. Decimos rendimiento porque no creemos que la diferencia que se observó en el primer tiempo de este Estudiantes 2 Villa San Carlos 1, sea real.
Solo que a la vista de los presentes, hubo diferencias notables. Primero de ubicación en la cancha, donde el planteo de los de Pasini fue evidentemente más agresivo. Luego de la técnica con la que ese planteo se ejecutó. A través de jugadores como Pereyra (la gran figura de la cancha), Panzardi o el mismo Yasogna, verdugo de la fría tarde. Y finalmente algo que llamó la atención; la diferencia de velocidades, donde los de gris parecían tener dos cambios más que los del Cele.
En ese aspecto Estudiantes fue muy inteligente. Encontró el talón de Aquiles a espaldas de Nacho Oroná y le generó una verdadera pesadilla al Pollo Raverta y Emi Córdoba, que la pasaron tan mal como pocas veces desde que defienden el sector izquierdo de esa defensa tantas veces elogiada. Por allí subieron una y otra vez Facundo Bazán, Nahuel Panzardi, y por allí también se recostó Yasogna más Pereyra. Con lo cual entre la superioridad numérica y el vértigo combinado con precisión, el panorama se hizo muy oscuro.
Del otro lado, San Carlos, más preocupado por ver como paraba esos arranques electrizantes, casi no pudo ofrecer juego. Sin la pelota y largo entre sus líneas, apostó a la suerte de algún pelotazo providencial. En uno de ellos, y cuando se estaba recuperando del gol tempranero del Pincha, un defensor la bajó en el área con la mano. Penal, y gol del Pollo Raverta, en la única alegría de la tarde que terminó en un abrazo a puro símbolo, con su amigo Lea Martini.
Pero fue un momento excepcional. Por más que alguien diga que si el primer tiempo terminaba en empate la cosa hubiese sido distinta. Y por más que el gol de penal de Yasogna haya resultado de un doble error de Volpe y Orfila (el arquero sacando corto, y el uruguayo tirándose exageradamente en el área). Distracciones al margen, el resultado no era otra cosa que la consecuencia de un desempeño muy distante entre sendos elencos.
Después La Villa ofreció algo mejor. Primero el orgullo que porta y riega en cada cancha. Luego algunos cambios que acomodaron de manera más lógica las piezas. Madrid por un flojo Juan Pablo Ortiz, para que Oroná vaya donde más le gusta, al medio. Sarati por un Valenti al que jamás le llegó limpia la pelota; y Pasquale por un Pelanda inexpresivo. Fue el tiempo de las patriadas de los Córdoba y los Slezack. El tiempo de la corajeada que casi llega al empate; justamente por coraje, y no por fútbol. Que era lo que había ofrecido su rival.
Así como el triunfo ante Cole no permitía la euforia, esta derrota no permite el flagelo. Simplemente permitirá observar errores de confección; en un equipo que mantuvo una base, pero que incorporó otro tanto. Las cualidades y los defectos, a veces se ven con más claridad en las derrotas. Para eso sirve perder; aunque en este exitismo imperante parezca inútil.
Cuanto aprendió de esta lección, se verá con el correr de las fechas. Esto recién empieza, el camino es largo. San Carlos no es menos que nadie, aunque este partido contra Estudiantes, lo haya contradicho.
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