San Carlos volvió a reir. Después de varias semanas de angustias e incertidumbres, la anhelada victoria llegó ante San Telmo por 3 a 0, además con una actuación brillante y contundente. Los goles los hicieron Ezequiel Aguimcer en dos ocasiones y Gonzalo Raverta, pero las apuestas fuertes de Enrique le salieron muy bien. San Esteban, Peluso y Sarati fueron 3 de las figuras, de una tarde tan ideal, como hacía rato no le sucedía al Celeste.
Hombre de apostar fuerte este “loco” Enrique. Sin medias tintas ni dobleces, llegó a San Carlos y comenzó con una revolución que salpicó hasta a algunos históricos como “el pollo” Raverta y el “vasco” Ochandorena. La medida, por fuerte e impactante, lo puso a él mismo ante la obligación de obtener resultados rápidos. De otra manera, a la brevedad, su estadía en Berisso empezaría a ser cuestionada.
Después de dos partidos con empate y derrota, Enrique, lejos de acomodarse a las circunstancias, fue por más y redobló la apuesta y el riesgo. Fiel a su personalidad intempestiva, cuando llegó dijo: “tengo 27 titulares”, y no se contradijo al probar con un varios esquemas, y con varios nombres; uno más diferente que el otro. Entonces, ante San Telmo, oportunidad preciosa para volver al triunfo, mandó a la cancha un equipo ultraofensivo.
“El Coco” San Esteban fue la primer jugada. Pero para que él ingrese tuvo que jugar Fede Slezack de lateral derecho. Ambas cosas le salieron bien. San Esteban porque protegido por una defensa férrea en la marca pudo aplicar su pegada y experiencia al servicio del equipo. Así llegó por ejemplo el segundo gol, tras un centro suyo, ejecutado magistralmente como un verdadero pase gol para que Aguimcer grite su segundo gol. Fede Slezack, asombrado por su nueva posición, también jugó un gran partido, al punto de que Gonzalo Raverta, (otra de las figuras que tiró el córner del primero de Aguimcer de cabeza e hizo el tercero), tuvo un inesperado socio en sus incansables corridas.
Las demás apuestas, también le salieron. ¿Peluso como único volante central?¿Podrá solo con la marca? ¿Sarati como conductor? ¿Podrá explotar de una vez? La respuesta estuvo en la calidad de ambos jugadores. Y en una mentalización que tuvieron. Fueron las figuras del equipo, y en sus pies nacieron todas las ideas, que por cierto, las hubo, y muchas.
Si Emmanuel Sarati hubiera echo el gol tras tirar un caño y una media vuelta en el área, todavía lo están aplaudiendo.
Con los cambios, que también surgieron desde la actitud, San Carlos redondeó sin dudas el mejor partido del campeonato. ¿Qué enfrente estaba San Telmo y sus pobrezas? Este mismo San Carlos enfrentó a un Armenio tan o más arruinado y no supo ni se animó a tener la prepotencia futbolística de esta tarde. Es más, lo sufrió al revés por las propias dudas fabricadas. Esta vez, el Cele tuvo juego sencillamente porque se animó a tenerlo, y tuvo fuego porque el fútbol es contagio, y una jugada llevó a la otra, hasta cambiar la imagen que más importa en el fútbol: “la que se tiene de uno mismo”
Esa confianza que se tuvo, le sirvió para ganar el partido con una gran comodidad, para hacer enloquecer a los jugadores de San Telmo que desquiciados desataron una violencia que los dejó con 8 hombres, y para generar no menos de 12 situaciones de gol antes y después de los goles. Solo tuvo dos lunares, el primero fue el pobre Pablo Rosli, que después de no jugar bien un rato, sufrió una lesión en su rodilla, y el otro fue el Pepe Pelanda, decididamente divorciado con el gol, y con la sintonía que sus compañeros le imprimieron al ritmo del partido.
Cuando un elenco funciona tan bien, los que están a contramano suelen quedar más en evidencia.
Pero fueron apenas dos cuestiones para una tarde que rozó lo ideal, en la que se recuperó la convicción y la alegría. Un triunfo,urgido desde las necesidades, y notable desde las formas. Veremos como sigue la historia. Y si Carlos Enrique encontró en este equipo “el equipo”. Es un triunfo y no hay que marearse, porque en la repetición ante Español está su verdadero valor. Por lo pronto lo goza, como se gozan las victorias muy deseadas. Con los puños bien crispados, y el gesto contraído por haberlo esperado tanto.
Martín Ortiz
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