LA VILLA LE GANÓ A LOS ANDES CON LA CAMISETA

El título parece irónico pero no lo es. Después de varias temporadas de pedir permiso en la categoría, San Carlos se hace respetar por todos. Y en este caso ante Los Andes, ya le ganó 3 veces seguidas, aunque de distintas maneras. Esta vez fue en la agonía de un partido que era empate, y se transformó en victoria por un excelente cabezazo de Fernando Pasquale. Otro triunfo ajustado pero valisísimo, ante un grande de la B, que ve la camiseta de Villa San Carlos, y teme.
El partido había sido como casi todos. Peleado, mordido en el medio, con la pelota sin dueños que la trataran muy bien, y con un empate clavado en cero. Sin embargo, Agustín Domenez, que había tenido una floja tarde, se decidió a meter un centro con convicción al área. Y en ella esperaba el crédulo Fernando Pasquale que metió un salto incómodo pero efectivo, la pelota tocó el palo y entró. Iban 43 minutos del segundo tiempo. Estalló el estadio, y estalló el delantero, que comenzó una loca carrera hacía el festejo interminable, con la camiseta de ofrenda, revoleándosela a la gente, eufórica.

Fue la gran imagen de un discreto partido. Que le sirvió a La Villa para volver a ganar, para llegar a 21 puntos, y para ir redondeando una primera ronda de campaña muy buena. Por encima de lo que se preveía.
Antes, en el primer tiempo, San Carlos había jugado mal. Desarticulado en el medio, llegaba siempre tarde a la pelota, que era manejada por la experiencia de Francés y Gandarillas, ante la juventud de Melillo y Avalo Piedrabuena.

Sin mucha profundidad, a Los Andes le alcanzaba para estar siempre cerca del área de Coloca, y para hacer que los defensores del Celeste tengan que rechazar y no jugar, porque sus compañeros del medio no controlaban ni el juego ni el balón. A los de arriba no se les podía pedir mucho, porque con ese panorama, habían quedado absolutamente incomunicados con el resto. La mejor de Los Andes, fue un centro de Gómez que terminó en cabezazo en el palo derecho de Coloca. En esa, La Villa tuvo fortuna.

Pero la suerte quedó a mano cuando el Pollo Raverta, cansado de que nadie se haga cargo de la agresividad ausente de su equipo, remató desde 35 metros reventando el travesaño, manos del arquero mediante. Hubiera sido un golazo inolvidable, pero la suerte se cobró revancha.
La conclusión era sencilla, en dominio de juego Los Andes había sido más, pero en situaciones iguales no. Una para cada bando.

El segundo tiempo iba a ser distinto porque en la Villa levantaron algunas individualidades en el medio hasta allí ausentes. El primero fue Ezequiel Melillo, mucho más suelto para aprovechar su dinámica y potencia, y con más agresividad en la marca. El segundo fue Avalo Piedrabuena, quien también levantó senciblemente. Lo del pibe Esteche fue más parejo, pero en realidad estuvo más destinado a ayudar a Gonzalo Raverta en la marca que a hacer lo que más le gusta, que es jugar.

Con el crecimiento de los volantes se aliviaron los defensores y no quedaron tan aislados los delanteros, quienes de todas maneran no recibieron buenas asistencias porque si algo le está faltando a este equipo, es juego fluido. Los defensores en cambio, mantuvieron el nivel, y hasta en el caso de Fede Slezack (para nosotros la figura) lo mejoraron hasta el punto de cortar un par de jugadas claras de gol, con una precisión excelente.

En ese devenir de acciones, San Carlos tuvo la más clara. En una jugada confusa en la que Rojano y Pasquale juran que los de Los Andes la sacaron de adentro. Parecía que si no era gol esa no sería ninguna, pero San Carlos tiene a su propio optimista del gol y Fernando Pasquale transformó en el final, un buen centro, en un gran gol, con su cabezazo potente y esquinado.

Entonces fue toda alegría bajo la lluvia de Berisso. Porque San Carlos encontró en la red lo que no había podido encontrar en el césped. Pero de triunfos se vive y no hay nada más lindo que conseguirlo en el final, cuando ya la ilusión se había extinguido.
La Villa le ganó a Los Andes con la camiseta dijimos en el título. ¿Algo exagerado? Puede ser, pero ya va siendo hora de reconocer que este equipo se ganó el respeto de todos. Esta vez la víctima "grande" fue el equipo de Lomas de Zamora, que supo codearse con Boca y River, pero que en este presente tiene una pequeña cruz sobre sus hombres. Ve una camiseta de San Carlos, y sufre.
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