No había ningún indicio para presagiar semejante actuación. Ni siquiera el mal partido jugado ante Italiano. Porque aquella vez estaba el atenuante de la defensa nueva, y esta vez volvieron todos los "titulares". Pero volvieron mal, y el equipo lo sintió sobremanera. Es sabido, que este equipo, sin el respaldo de la solidez clásica que le aporta históricamente la defensa, no tiene base, y sin base no hay constucción posible. Le había pasado ante Italiano, y le volvió a pasar en Agronomía, esta vez por una pésima tarde individual de cada jugador.
Si lo individual no funciona lo colectivo se cae. Y eso le pasó a San Carlos. Errático en los pases, y desordenado en la ubicación táctica. Con un Domenez estacionado en un rincón izquierdo, un Rojano acompañandolo como una especie de wing izquierdo innecesario. Melillo otra vez desperdiciado en el medio, donde no le encuentra la vuelta al puesto y aumenta su ansiedad. Y con los demás, salvo Fernando Pasquale (el mejor de todos), en un manojo de errores y nervios.
El gol tempranero del Arcas, a la salida de un córner y con las marcas desubicadas, aumentó el panorama sombrío. Y en un fútbol en el que casi nadie da vuelta los marcadores, la esperanza era dificil de asumir. Lo intentó San Carlos, pero siempre a base de fuerza y casi nunca de ideas. Apenas un par de triangulaciones por derecha entre Melillo, Fernández y Gonzalo Raverta, para los cabezazos esta vez desviados de Pasquale.
Pero fue poco, sobre todo porque Comu respondía con un jugador que arrastró a toda la defensa a us voluntad: "el gordo" Gianfelice. El solo se transformó en una pesadilla.
En el segundo tiempo La Villa pareció salir con todo, y después de una situación de gol que tuvo el pollo Raverta vino el contragolpe mortal, otra vez dirigido por Gianfelice. Parecía que se terminaba pero encendió la esperanza las notables fragilidades defensivas que tenía el cartero. Las que finalmente no fueron explotadas.
Daba la sensación de que un descuento traía aparejado el empate inmediato, pero ninguna de las cosas sucederían...había llegado el tiempo de los cambios raros.
Los primeros pudieron entenderse en la necesidad de cambiar el sistema táctico para ser más agresivos. Salió Gonzalo Raverta (tal vez no era el nombre porque había metido un par de buenos desbordes), y entró el Coco San Estaban para ser el líbero de una nueva defensa de 3. Guty Fernández y el Pollo Raverta pasaron a jugar como volantes (aunque en realidad el plantel tiene volantes como para no imporvisar), y Sarati de enganche. Hasta allí, por lo menos entendible.
Pero llegó el momento del desconcierto. A la cancha Madrid a jugar nunca se supo de que. Y afuera otra vez Rojano, el goleador del equipo. No se entendió desde afuera y no lo entendieron los jugadores adentro, que captaron un mensaje confuso y pasaron a jugar de manera anárquica.
Todos empezaron a jugar de todo y ninguna de nada. En uno de los peores finales que le recordemos a este equipo, Comunicaciones hizo por inercia el tercer gol y terminó goleando a un San Carlos que a la postre le había hallanado durante toda la tarde el camino.
Telón final para una tarde oscura de ideas. La Villa se complicó solo y perdió más por culpas propias que por merítos del cartero. Ahora quedó obligado a cerrar el año contra Colegiales en Berisso con un triunfo. Para quedarse en el final del año con ese inconfundible sabor dulce antes de vivir las fiestas. Porque lo pronto, en Agronomía, el trago fue demasiado amargo.
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