CAMBACERES DIO TODO

Las vueltas del destino lo puso en este indeseable momento. Justo la mejor campaña de San Carlos tenía que definirse contra Cambaceres. Como una jugada macabra de los laberintos que el fútbol y la vida suelen presentar. Y este Cambaceres, repleto de jóvenes formados en el club, que sienten la camiseta como casi ninguno de los que se las heredaron, dieron la vida para salvar el honor. No alcanzó para evitar la vuelta olímpica del archirival. Pero si para mantener en alto la hidalguía de un club y el amor de su hinchada. Cambaceres dio todo. Pensar que pasaron tantos "jugadores-golondrinas" por este club...Vistiendo la camiseta pero nunca sintiéndola. Pensar que en los últimos años ellos deambularon en la B metropolitana malgastando los últimos años de la vida de este club en esta categoría solo por un puñado de dinero o por sacarle el jugo a sus últimos días de jugadores. Y justo a estos pibes les viene a tocar...Primero un descenso. Y ahora la vuelta olímpica de San Carlos... Cuando Velarde terminó lo que para La Villa era un suplicio y para Camba una súplica, varios de estos pibes se arrodillaron y cubrieron sus caras contra el césped. El mismo césped acababan de regar con sudor y esfuerzo. El máximo que pudieron hacer. Porque está claro que más no se les podía pedir. Enfrente estaba, más allá del folclore del clásico, el mejor equipo del campeonato, y ellos le había hecho fuerza como casi nadie. Pero no alcanzó. Por eso el llanto del pibe Yañiz, lleno de mezclas sentimentales. O la bronca del gato Gamberini, tan hincha como jugador. Extrañas vueltas las que tiene el fútbol. Justo cuando Cambaceres recupera el orgullo de club que se identifica con la ciudad. Justo cuando recupera un equipo que juegan por la camiseta, les viene a pasar todo esto. Pero si se fija bien. La historia de los vecinos (como les gusta nombrarse a unos con otros), tuvo un pirncipio parecido a este. Con padecimientos iniciales que por la prepotencia del trabajo y de la fe hoy tiene un final feliz. Cambaceres dio todo. Y este grupo de chicos que hoy lo representan deben estar en paz consigo mismo por eso. Pusieron en la cancha la verguenza deportiva que se les exigía y fueron integros y respetuosos para reconocer al rival. Sintieron el partido y lo jugaron como hombres. Aunque salvo Lacerre, Dell Orto y Gamberini todavía sean todos chicos. Las vueltas del destino quisieron que las cosas sean de esta manera. Seguramente el destino seguirá teniendo mas vueltas. Y estos jugadores algún día podrán cosechar su siembra.
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