CERRÓ UN MUY BUEN NEGOCIO

En el primer tiempo la pasó mal, y sin embargo arrancó ganando por un golazo de Campozano, luego de una genial habilitación de Pablo Miranda. San Telmo se lo empató y la estaba sacando barata. Sin embargo, en el segundo, y contradictoriamente después de la expulsión de Sommariva, se vio lo mejor de un San Carlos tenaz, y guapo para sobrellevar contrariedades. Se llevó un empate, y lo vivió casi como una victoria. Po el rival en alza, por las adversidades, y porque volvió a ganar un punto.
En la lucha psicológica por salvarse definitivamente de la promoción, La Villa dio un paso muy grande. Después de la derrota ante Defensores de Belgrano, y por enfrentar a un rival que venía ganando y de manera contundente, el empate se veía con muy buena perspectiva para los de Berisso, ya antes del partido. Y luego mucho más, en primer lugar porque en el inicio San Telmo demostró en el juego porque viene tan bien. Y luego, porque tras la expulsión, para nosotros exagerada de Sommariva, se temía por una derrota segura, que con mucho esfuerzo y algo de suerte en el final, se evitó.
La apuesta de aleccionar a Sommariva por haber tirado un caño el gol ante Defensores no salió bien. Por características diferentes ni Gonzalo Raverta no Oroná juegan de primeros volantes centrales. Ambos cuentan con estilos diferentes que los limitan en esa función. A Gonzalo para el despliegue que suele ser mucho más util para la presión de los rivales, y la profundidad de los propios. Y a Oroná porque suelto, por técnica y conducción, puede dar mucho más. Si a esto le sumamos el gran primer tiempo que tuvieron los volantes de San Telmo mezclando precisión con cambio de ritmo, no la pasó nada bien el Celeste en ese periodo del encuentro.
Sin embargo, cuando la defensa tambaleaba, y el cero estaba cerca de romperse en el arco de Volpe; el pájaro Miranda, frotó la lámpara y le metió un pase gol a la carrera y en posición incómoda a Campozano; el experimentado goleador hizo lo que saben hacer muy pocos. Utilizó el tiempo y la distancia justos para lo que le exigía la jugada. Con una gambeta larga superó a Gambandé, y cuando tenía ínfimo ángulo y tiempo, la colocó sabiamente junto a un palo. Golazo.
No era justo, hay que decirlo. Pero era una muy buena oportunidad para hacerlo desesperar a San Telmo. Sin embargo, sin recuperación en el medio, y con poco juego en general, no iba a poder sostenerse durante mucho rato. Y el Candombero, que a espaladas de Leandro Madrid había anunciado peligro, lo consolidó cuando Vacaría, fusiló a Volpe después de un desconcierto general, que le permitió al goleador poner el resultado en su lugar.
Telmo tenía todo el tiempo para ganarlo, y Villa San Carlos para corregir un partido en el que estaba siendo superado. Cuando salió Madrid y entró Sommariva pareció que podía darse lo segundo, pero el nerviosismo del volante conjugado con el localismo de un árbitro localista como Echenique, terminó en expulsión. Y otra vez volver a empezar. Por las típicas contradicciones del fútbol, pero también por la sana rebeldía que este equipo tiene, allí apareció la mejor versión villera. Todos fueron solidarios, generosos y cooperativos; ante un San Telmo que pareció haber gastado las energías en el primer tiempo.
Oroná se hizo patrón en el medio, y desde él, La Villa tuvo respiros de fútbol. En el fondo, Aguimcer y Slezack rechazaban los centros cada vez más livianos del rival, y el partido lucía controlado. ¿Lo pudo ganar? Si, con otra gran jugada de Miranda que Campozano remató al gol y salvó Francés en la linea de sentencia. ¿Lo pudo perder? Si, cuando el mismo Vacaría le ganó la cuerda a Ochandorena y solo ante Volpe, remató afuera en el último minuto. Casi fueron las únicas jugadas de gol de un segundo tiempo que mermó en intensidad, favoreciendo los planes de San Carlos.
Había muchas contras como para pensar que el empate era muy bueno también sumar de a uno. La primera era que San Telmo venía agrandado. La segunda que La Villa no jugó un buen partido. Jugar con uno menos casi un tiempo entero lo terminó de confirmar. Porque en la tabla los puntos son todos iguales, pero en la cancha no. Y este tuvo el sabor inconfundible, de los buenos negocios.
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