Crónica de una frustración anunciada. También así puede titularse este viaje insulso de Cambaceres a Pilar, donde no pudo cerrar con la alegría de un triunfo, ante un pobre Fénix. El sueño del reducido estaba concluido hace rato, pero la idea de llegar a 50 puntos era un linda motivación. No se pudo, porque fue empate 3 a 3, y porque en un mismo partido, Cambaceres repitió la irregularidad, en rendimiento y resultados, de toda una temporada, en la que no alcanzó el reducido, y terminó siendo el equipo más goleado.
A los treinta segundo ya ganaba 1 a 0. El gol del goleador Diego Jaime, madrugó a todos, pero también abrió una ínfima lucecita de esperanza para los 2 milagros. El que debía darse en Pilar, y el que debía darse en Bolívar. La puesta a punto de la realidad no iba a tardar nada en llegar; cuando a los 5 minutos Sánchez, el mismo delantero que luego sería expulsado; convertía el empate. Tres minutos más tarde Damián Manes, el jugador que más partidos vistió la casaca roja en la temporada, volvió a aventajar al Camba. Pero ya todos estaban aleccionados. Había que vivir de los hechos reales.
Y estos volvieron a sopapear la quimera, cuando Acosta, el hijo del legendario Beto, metió de penal el 2 a 2 con el que se iba a ir al descanso. Con un jugador menos, y con muchos pibes después de la devastadora exclusión de jugadores, Fénix se estaba llevando un empate más que valioso.
Lo que quedaba en el partido era muy similar. Casi una copia del primer tiempo, con errores y aciertos repartidos por igual; y con imágenes que resumieron las posiciones en la tabla de ambos, como producto de una inestabilidad indiscutible. Cambaceres y su vértigo llenaron el campo rival de jugares lanzados en velocidad, tal cual la costumbre.
Cambaceres y sus baches llenaron el terreno propio en espacios libres. Que casi explota Fénix, cuando Páez hizo una apilada bárbara que Calabrese salvó angustiosamente. Pero el cuervo de Pilar tenía lo suyo. Y así llegó el tercero del Rojo, cuando Náser capitalizó un error impresionante del arquero Martínez, y pareció sellar el triunfo.
Sin embargo, a los 32, Escalante venció por tercera vez a Sosa, y el empate iba a ser el guiño final. Con los dos buscando el triunfo de manera perseverante, pero desordenada. No iba alcanzar, ni la voluntad de Yañiz, ni los intentos heroicos de Jones, o Benavente. Ya habían demasiadas huellas de tantos errores por tantos cambios de timón. De dirigentes, de técnicos, de ideas...
La suerte del partido estaba echada. La del campeonato también. Con un equipo que terminó siendo el más goleado del torneo (54 goles), y en la décima tercera posición, era muy difícil que se produzca otro desenlace. En la ruleta de apuestas desesperadas a las que Cambaceres se expuso en esta temporada, ya no había más tiempo. Y la última ficha, tuvo olor a resignación.
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