CHICAGO DESCUBRIÓ DE LO QUE ES CAPAZ ESTE SAN CARLOS

Como antes lo había descubierto Atlanta, Estudiantes o Almirante Brown, ahora le tocó a Nueva Chicago. San Carlos recuperó su fútbol y sus convicciones y volvió a ser el equipo confiable, capaz de jugar mejor contra rivales como Nueva Chicago, en su propia casa. Perdía 1 a 0 por un gol de tiro libre de González pero siempre jugó mejor que el equipo de Ramos, reconocido por el propio entrenador del "torito". Lo empató en el último minuto, pero fue tan convincente la actuación, que, después del alivio, hasta hubo tiempo para lamentar no haber cosechado la merecida siembra del tirunfo. Quien lo hubiera dicho. Un día de noviembre, Chicago vino a descubrir a San Carlos.
Allá por mediados de este año, cuando los hinchas de San Carlos espiaban el fixture como para tratar de caer que efectivamente estaban en la B Metropolitana, y como para tratar de entender que era eso de que “con el tiempo vamos a caer”, miraron de reojo todas las fechas. Y como símbolo de la incredulidad que estaban viviendo se detuvieron en la fecha 17. “Contra Chicago en Mataderos, te imaginas?, Ahí somos boleta seguro”, aventuraban con una cuota de crudo realismo entendible.
En este meteórico suceso de hechos inimaginables que los villeros están viviendo, tampoco podían pensar, por más capacidad de asombro que en los últimos tiempo hayan desarrollado, que ese grupo de jugadores que quieren tanto la camiseta como ellos mismos, iban a estar minutos después de jugar contra Chicago, en la mismísima cancha de Mataderos, fastidiosos por haber…empatado. Fastidiosos por no haber podido ganar, un partido que, once contra once, y sin pesos de camisetas; debieron haber ganado.
Es que de haber habido un ganador evidentemente era San Carlos. Que fue el que siempre supo lo que quiso hacer. Que fue el que tuvo un plan, y sobre todas las cosas, que fue el que jugó con más tranquilidad. Los jugadores de Chicago, algunos inexpertos, otros sin demasiada jerarquía, evidentemente acusan el peso de la responsabilidad de una inmensa hinchada, con una inmensa exigencia. Los de San Carlos, ahora respaldados por una continuidad y un esquema sencillo pero efectivo, los superaron durante casi todo el encuentro.
Aun así, el Cele debió soportar varias injusticias y cargar con ellas. La primera fue un insólito gol marrado por Sarati, un muy buen jugador al que creemos solo le está faltando ritmo de juego. Después de un sensacional desborde de ese tractor imparable que es Madrid, erró debajo del arco un gol imposible. La segunda bronca fue el gol del “torito”. Emi Córdoba se equivocó conceptualmente y quiso jugar cerca de la medialuna del área, terminó cometiendo falta y de allí vino el gol de tiro libre de González. Era la única vez que Chicago preocupaba, y ya había que lamentarlo profundamente.
La tercer bronca fue la más injusta e indigante, Etchenique, un mediocre y localista árbitro que demostró saber muy bien de quien era cada camiseta, decidió no ver un penal alevoso sobre Sarati. El delantero había gambeteado al arquero, este lo bajó de manera grosera e indiscutible, y Etchenique no lo quiso cobrar. Con todos esos lastres, San Carlos tampoco perdió la calma. Y siguió jugando de la misma concentrada manera; lo cual se transformó en su mayor mérito.
Lo perdió Oroná de cabeza, en un par de ocasiones, lo que iba a ser un aviso del empate agónico. Pero había profundidad. Porque la línea de 3 defensores planteada por Leo Ramos también era una invitación, y Leandro Madrid, con su impresionante cambio de ritmo, la vulneró cuantas veces quiso. Lo único que preocupaba de Chicago eran las subidas de Russo (ex Camba), su mejor jugador.Porque la única carencia propia era, una vez más, la ausencia de gol.
Por lo demás, la Villa ha recuperado el funcionamiento, el juego y la solidez. Con un Nacho Oroná que volvió a ser el de la primer ronda del campeonato ganado. Con un Sommariva incansable e inteligente, y con los demás concentrados al máximo, como hay que estar en esta divisional. Un remate de Rizzo, y otro tiro libre de González que Lavallén rebotó peligrosamente, fueron los únicos peligros que testimonian la conclusión.
El empate de la Villa se veía venir mucho antes de que llegue. Y a pesar de que parecía que la pelota no iba a entrar nunca. En realidad una vez había entrado, fue Sarati, pero se lo anularon por supuesta posición adelantada. Ya se sabe, que en esas canchas hay que hacer por lo menos 2 goles y sufrir la ignorancia de un penal para que te cobren uno.
Llegó entonces el minuto 45. El tiro libre en la mitad de la cancha lo iba a hacer un defensor, y le gritan a Lavallén que lo haga él. El arquero metió un centro frontal. Pero lo que más metió fue miedo para los jugadores de Chicago que andaban luchando con su pánico al empate. Oroná agarró a un defensor, pero Etchenique, harto de sus propias debilidades decidió no verlo, el propio volante villero la peinó, dio en un defensor y se metió. Un poco de justicia había llegado a Mataderos. Y el puñado villeros presentes decidieron festejarlo con furia. Aunque pocos lo hayan escuchado, por los insultos de las tres hinchadas en una, que ya habían arrancado su catarata de insultos.
En el adicional llegó la famosa canción “que no juegan con nadie”. Y “nadie” casi lo gana en el final. Porque los partidos los juegan los jugadores de fútbol. Y Villa San Carlos tuvo más jugadores. Que jugaron mejor al fútbol. Por más que el fixture juraba y recontra juraba, “que La Villa allá contra Chicago… era boleta seguro”.
Martín Ortiz
Foto Astrid Gómez Nardo para http://www.clubvillasancarlos.com.ar/
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