CINCO GOLPES AL MENTÓN

Inimaginable. Con ese adjetivo puede definirse la terminante derrota de Cambaceres en Rosario. Argentino, que estaba en las últimas posiciones, y había convertido 5 goles en 6 partidos, metió la misma cantidad en un ratito, justo ante Cambaceres. Otra vez con una inoperancia ofensiva que ya es preocupante, pero además con el agregado de que en esta ocasión, la defensa no pudo disimular errores y cometió en una tarde, todos lo que había evitado en los partidos anteriores. Un viaje impensado, y cinco golpes al mentón que anímicamente, duelen demasiado.
"Una cosa son los partidos en la cabeza y otro cuando bajan al verde césped", suelen decir los sabios de este juego que jamás se sabe para donde puede salir disparado. El antes y el después de esta presentación de Cambaceres contra el salaito confirma una vez más el axioma. La idea del planteo estratégico era sencilla, cuatro en el fondo con Calabrese y Jesús Martínez como posibles salidas por afuera. Para que se asocien con Manes y Casanova y jueguen como dicen los libros, ensanchando la cancha. El gato Gamberini, compartiendo el liderazgo y la combatividad con Adrián Jones. Y arriba, Diego Jaime y Rodriguez con la premisa de turnarse en eso de bajar un pcoo, para articular juego y que el otro termine las jugadas.
Cuando llegó la media hora del partido y Cambaceres no podía convertir pero tampoco recibía peligro cerca de su arquero Zurlo, todo indicaba que el comentario del partido sería similar al de los otros. Un elenco de Borgarelli con serios inconvenientes a la hora de crear juego y situaciones de gol pero bien plantado como para hacerle frente al rival de turno y sin fisuras mostrar su dureza. Porque además así habían sido hasta ayer las presentaciones del Rojo en casa ajena. Y porque además las pocas opciones de gol que hasta allí habían existido fueron propias.
En ese lapso el control del pleito venìa siendo aceptable, inclusive con dos ocasiones de gol en los pies de Diego Jaime y Damiàn Manes, que arrancaron muy activos y se fueron desdibujando con los minutos. Pero...sobre los 30 minutos comezó el derrumbe defensivo inesperado y extraño de ver en un conjunto que justamente se había caracterizado por no desesperarse. Tal vez porque los de arriba no podían concretar y generaban esporádicamente juego, los mediocampistas y los defensores empezaron a crecer en ansiedades y el salito a a provechar su momento en el partido.
Entonces llegó el primero de tres al hilo. Fue a través de Nicolás Heredia, a la salida de un córner y tras un cabezazo previo. La segunda conquista fue de Heredia, igualito al primer gol y el tercero una escapada sin escollos de Roberto González, antes de que se cierre el capítulo inicial. Fueron demasiados golpes, y sentenciaron la suerte de un Cambaceres desconocido, que cometió gruesos y numerosos errores, sobre todo en defensa, frase rara si las hay para explicar este momento.
Si hay algo que no puede achacársele a Lalo Borgarelli es su disposición a los cambios inmediatos tratando de dar un golpe de efecto cuando el equipo no responde. Pues bien, eso hizo en el entretiempo cuando viendo que el equipo no funcionaba en ninguna linea, metió a Leandro Seoane, debutante y a Cabello, sacando a Rodriguez, de floja tarea, y a Jesús Martínez para quedar con tres en el fondo. A matar o morir. Y fue la última opción. Porque si bien a los 3 minutos Seoane metió el descuento, no alcanzó ni para el aliciente. Porque más allá del cambio táctico y anímico, el equipo siguió jugando en bajo nivel, sin crear opciones claras.
Gastón Gamberini, que las corrió a todas como la última, se equivocó como se equivocan los que intentan hacer algo, y metió en contra de su vaya y de su voluntad el cuarto gol en contra, cuando quiso despejar y venció a Martín Zurlo. Ya no había más animo para nada. Y lo mejor que podía pasar era no recibir más goles. Pero el quinto fue inevitable. Propiedad de Roberto González, que aprovechó el abatimiento generalizado.
En fin. Una derrota que pega mucho por la forma, y porque además de no mejorar lo que se debía, se empeoró lo que parecía una garantía. Es cierto que hay tardes en las que los partidos se presentan incontrolables. Pero también lo es que así como los triunfos templan las convicciones, las goleadas en contra despiertan las dudas. Y Cambaceres se fue de la cancha de Argentino lleno de incertidumbre. Algo tan doloroso como inimaginable antes de este indeseado viaje a Rosario.
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