EL GATO GAMBERINI TIENE LA SANGRE ROJA

Pasaron casi diez años desde aquel recordado debut ante Talleres. Fue un 24 de octubre, en la cancha de Brown de Adrogué, y el gato Gamberini que era apenas un pibe de 19 años cumplía el sueño del pibe: entrando a los 19 minutos por “cachi” Moleiro con su amada casaca roja que nunca más podría despegarse de su piel. Pasaron casi diez años pero más que nada una vida de emociones, viajes, canchas recorridas y anécdotas por doquier. Solo por defender a Cambaceres. Triunfos, derrotas, alegría y tristezas. En el fútbol como en la vida. Pero nada modificó su esencia; podrá pasar cualquier cosa, llegará cualquier adversidad, pero el “gato” estará ahí, siempre listo, para decir presente, y emprender una nueva batalla que defienda la única causa: amor al fútbol, y amor a Cambaceres. Nadie como él, sintió en aquel triste vestuario de la cancha de Armenio, la secuencia de un descenso, que por más que era anunciado, le dolió en lo más profundo. Nadie como él para festejar aquellas tres agonías llamadas promociones, que le dieron a Camba las más caras alegrías de salvar al Rojo y dedicárselo a los hinchas. Cada pelota disputada, cada lágrima entregada por amor a la camiseta, quiso que sea ofrendada a ellos, a los hinchas, anónimos y no tanto, que están allá arriba, en el tablón, pero que sienten lo mismo.. El destino hizo que después de ser dirigido por infinidad de técnicos, hoy lo vuelva a tener a Lalo Borgarelli al frente del equipo. Justo igual a aquella primavera del 2000, cuando le dijo: “andá Gastón, y aprovechá esta oportunidad que tanto estabas esperando”. Por eso, en esta última primavera de 2008, cuando el rival más aborrecido, Villa San Carlos, por fin estuvo enfrente Lalo le prometió: “quedate tranquilo, por más que no vengas jugando, ese partido no te lo voy a hacer perder. Yo sé lo que sentís”. Entonces el destino se puso de acuerdo con la justicia, y el gato Gamberini pudo jugar el clásico. A su manera, con los dientes apretados y el corazón a mil. Con el alma. Como se juega en estos clubes, y como se debe jugar en Cambaceres. Si lo sabrá él. Justo que vio pasar tantos oportunistas de compañeros y “orientadores”. Que convivió con los egoísmos o los restos ilustres de algunos nombres que de pura chapa (y no de puros guapos), venían a ocupar su lugar. Lo sabe más que nadie .Será por eso tantas veces lo encontramos llorando en el vestuario. Por lo mismo que los hinchas podían gritar a los cuatro vientos, pero él, por los famosos códigos del fútbol debía tragarse. Hoy, Cambaceres está intentando construir otra historia. La de los orígenes, las de la vuelta a las raíces que construyeron su rica vida. La de la pasión por los colores que un grupo de chicos identificados con el club quieren recuperar. Y como nada es casualidad en la vida, de la mano de vuelta a las fuentes, él también recuperó su merecido lugar. Ahí va el gato Gamberini. Corriendo cada pelota con los dientes apretados. Ahí lo siguen sus hinchas, al compás de su sentimiento por el Camba. Que es el mismo que regó de pasión estos 200 partidos, y todos los que vendrán…
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