LA CLASE OBRERA VA AL PARAISO

En 1972 una película italiana dirigida por Elio Petri marcó un hito en los espectadores adeptos al cine crítico: “La clase obrera va al paraíso”. Parafraseando aquel título, y reduciéndolo al peculiar mundo del fútbol de ascenso de nuestro país, en la B Metropolitana, Villa San Carlos está escribiendo un capítulo muy especial. Integrado por obreros del fútbol que saben del sacrificio para progresar desde el anonimato, están descubriendo un camino revolucionario para su propio club. El sábado, en Villa Crespo le ganaron a Atlanta por 1 a 0, y demostraron que cuando se tiene fé y unión, la clase obrera, también puede ir al paraíso.
Esta historia loca de San Carlos, donde transforma cada sueño en realidad, empezó sinceramente hace poco más de 2 años. Cuando allá por el durísimo invierno de 2007, entre una nieve insólita por estas latitudes y la locura linda de un personaje como Luis Nicosia se armó un equipo sin plata y sin recursos para lograr lo imposible. San Carlos arrancaba último en la tabla de los promedios a 12 puntos del que estaba más cerca: Dock Sud. Sin dinero, con un técnico que venía una vez por semana, con jugadores que no querían venir, y con un club que se caía a pedazos, el resultado era inminente y merecido: San Carlos se iba a la D. Y vaya a saber cuando volvería.
Sábado 26 de septiembre de 2009, 18:00 hs. Miles de hinchas de Atlanta despiden a su equipo con una catarata de insultos. En un rincón de la cancha, un grupo de jugadores con una exótica camiseta para la categoría se unían como antes lo habían estado en la cancha para festejar lo inimaginable. Antes habían recibido un cantito al que ya conocen de memoria: “que no juegan con nadie”.
Un colega del Diario Hoy escribió: “le ganó a Atlanta cuando antes le costaba ganarle a Atlas”. Otro de radio La Red, Sergio Atencio, que relató el partido dijo: “emociona ver a San Carlos”. Ahora bien. Juguemos con la imaginación, y viajemos a aquel invierno del 2007 con La Villa con un pie y medio en la D y el famoso respirador artificial descripto por Nicosia.
Imaginemos fantasiosamente que un hincha se quedó dormido en aquel entonces y lo despiertan. Lo llevan con los ojos vendados a Villa Crespo y se los destapan justo en este sábado 26 de septiembre a las 18:00 hs. ¿Se lo imagina? El hincha pedirá seguramente el mismo certificado de insalubridad mental que a veces también necesitamos nosotros, que nunca nos quedamos dormidos, para creer una realidad que parece mentira.
Pero es real. Tan real como una institución que cimienta este momento con un crecimiento con pocos antecedentes. Tan real como un equipo que juega como convive. El bien común por sobre el personal. El cariño por la camiseta antes que por el ego propio. Así enfrenta cada desafío.
Así le sacó claras diferencias a Atlanta que como tantos equipos de La Argentina, juega como vive; de manera fragmentada.
Porque el bohemio arrancó como arrancan casi todos contra La Villa. Con la prepotencia de suponerse superior solo por historia. Pero la historia no juega, y entonces, cuando la personalidad de conjunto que tiene San Carlos entra en escena, los rivales primero se sorprenden, y luego lo respetan. De esa manera se dio en este encuentro, donde tardó 20 minutos en hacer pie y llevar el control psicológico. Con una defensa magnífica, una vez más, y un mediocampo que en Sommariva y Oroná tiene a dos titanes. El primero además usó la media distancia como recurso de ataque. Igual que Berdún, siempre peligroso.
Atlanta, que no llegaba casi nunca, además retrocedió en el segundo tiempo varios pasos. Que en realidad se los hizo retroceder el Cele, con carácter. Subieron unos metros los defensores, se adelantaron más los volantes, y el pájaro Miranda empezó a enloquecer a los defensores bohemios. Solo faltaba el gol, que estaba al caer.
Y cayó tras una gran jugada. Centro de Leandro Madrid que entró para desbordar, y definición con toque de cachetada de Gustavo Villalba por encima del arquero. Quien esto escribe, fue muy duro con Villalba la semana pasada. El delantero, que siempre tiene la posibilidad de revancha, nos respondió con un gesto técnico que justifica su incorporación al plantel. Ahora deberá agregarle un adecuado acondicionamiento físico para ser lo que vino a ser: titular del equipo. Mientras tanto quedó en la historia del club con un gol memorable.
Cuando llegó el gol, iban 35 minutos del segundo tiempo, pero figuradamente se terminó el partido. Por impotencia y por reconocimiento, Atlanta sacó la bandera blanca de la rendición, y La Villa vivió momentos de máxima concentración. Pero también de tranquilidad.
La misma tranquilidad con la que su gente confía en estos jugadores. Que juega con el corazón cada pelota, y que defiende con sudor esta categoría a la que con tanto esfuerzo logró llegar. . Como aquellos obreros de la película de Petri. Que un día dejaron de ser la clase excluida y relegada, y accedieron a un paraíso. Del que ya no quieren irse nunca más.
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