OCUPACION:ESCOLTA- OFICIO:GANAR

Sencillamente extraordinaria. Ese es el adjetivo perfecto para describir la campaña que Villa San Carlos viene haciendo en esta temporada 2008-2009. Ya alcanzó los 50 puntos cuando todavía quedan 36 en juego, ganó 6 de los últimos 7 partidos que jugó, y tiene 14 triunfos en 27 presentaciones. Esta vez le ganó al último, Cañuelas, por la mínima diferencia con gol de Salinas. Pero volvió a mostrar que tiene oficio. "No jugamos bien, lo sabemos, pero había que traer los tres puntos y lo conseguimos". Todos unificaron el concepto a la hora de titular esta victoria sobre el pobre Cañuelas que ya está con un pie en la Primera D. Pero que se jugaba también una de sus últimas fichas, como local, y ante la desesperación de la gente que alentaba a los chicos que como casi siempre sucede, tienen que dar la cara por los grandes borrados. Será por eso que también esta victoria cuenta con un valor especial. En el fútbol, cuando un equipo está desesperado y jugado pasa como con las grandes apuestas: sale todo mal, o se da un manotazo de ahogado que hunde al primero que pasa cerca. Y el que pasaba cerca era San Carlos, con sus sueños de campeón a cuestas, construidos no desde lo emocional, sino desde los argumentos y el trabajo técnicos y táctico de un plantel serio, y muy rendidor. Trabajo fue justamente lo que le costó al celeste conseguir tanto el gol como la victoria. El gol porque si bien siempre se insinuaba más agresivo que ese puñado de buenas voluntades que esgrimía el local, era dificil de imaginar a partir de la poca elaboración de juego que tenía la Villa en los metros finales; donde casi siempre las jugadas terminaban en centros esteriles para Salinas o Miranda. Pero en uno de esos centros, que no fue nada esteril, Leandro Martini vio que Alvarez y Salinas entraban con posibilidades serias; el volante pasó de largo, y a Salinas le quedó para que de zurda y de primera, la colocara baja, y desatara el alarido. Allí si, con la ventaja que se sabía podía ser decisiva por las fragilidades morales del rival, La Villa empezó a jugar otro partido: el del oficio; que todo equipo necesita tener si quiere sostener las aspiraciones de campeonato. Entonces se dio la orden de máxima seguridad en el fondo, y Ochandorena, Slezack, Córdoba y el pollo Raverta cerraron las puertas herméticas, con claves indescifrables del arco de La Villa. Que de no ser por un tiro libre inventado por Amato en el final del primer tiempo, nunca corrió riesgos. El mediocampo siguió funcionando al ritmo que le impone Santiago Sommariva, y el resto, sin que se le caigan los anillos, se puso el overol, para construir minuto a minuto los tres puntos, fabricados a puro esfuerzo. Sobre todo porque esta vez los contactos con la pelota no estuvieron felices. Y la Villa se perdió varias veces de armar jugadas que en los arranques se insinuaban peligrosas, y que se quedaban en amagues por la falta de precisión. Transcurrió entonces el partido entre el empeño entusiasta de Cañuelas por buscar el empate a través de sus dos mejores valores, Pezoa y Correa, y la impericia de San Carlos para definirlo. Eso si, es preferible tener impericia que falta de oficio para cerrar los partidos. Lo primero, en un equipo que busca ser candidato es corregible, lo segundo, es excluyente. Así llegó otra victoria de el Cele, que se ha transformado en una verdadera máquina de ganar. De local, de visitante, contra el primero y contra el último. Vive un momento sublime, pero no se olvida de como llegó a vivir este momento. Por eso sigue por el mismo camino. el de la humildad, el sacrificio y la unión. Que combinados con el hambre de gloria que se respira entre sus jugadores, puede dar como resultado un cóctel explosivo de sueños hechos realidad...
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