En menos de cinco días le ganó a Deportivo Morón y a Atlanta. Este presente de Villa San Carlos que se extiende desde el ascenso impensado, y se va consagrando en el final de su primer temporada en la B Metropolitana, no para de regalarles alegrías a su gente y regalárselas a si mismo. En un partido chato, donde la pelota fue más por el aire que por el césped, Emanuel Sarati rompió el molde y metió un fabuloso gol para darle el triunfo al Celeste, y celebrarlo en el marco de un lindo cuento da hadas, que cada vez se hace más real.
Atlanta, el mismo equipo que durante tantos años fue animador de la Primera División del fútbol argentino. El mismo que supo nutrir de jugadores a los equipos grandes como Boca y River en las décadas del 60 y el 70, ese mismo Atlanta; ve una camiseta blanca y celeste y llora. Es que en la breve e incipiente historia entre Villa San Carlos y los bohemios de Villa Crespo, tan solo jugaron dos partido. Estos de la presente temporada. El primero fue allá, en la vieja cancha de los auriazules, cuando Gustavo Villalba tuvo su cima emotiva en su efímero paso por Berisso, y le dio los tres puntos al Cele. Esta vez el héroe fue Emanuel Sarati, claro que una proyección y una calidad alevosamente superior.
Si no había alguien que pateara el tablero y rompiera el aburguesamiento del partido, el final iba derechito a un cero a cero insoportable. Sin asociaciones de toques ni ideas, ambos elencos se dirimían en un simposio de yerros y desprecios por el balón que ahuyentaba cualquier esperanza. Así fue la primera etapa. Donde Atlanta tuvo un poquito más el dominio, sobre todo a través de los chispazos de Soriano, evidentemente un excelente jugador que debería estar varias categorías arriba.
La Villa extrañaba a Sommariva en el medio, porque ni Rotondo ni Gonzalo Raverta pudieron hacerse ejes entre el medio y los delanteros. Pero también porque la pelota generarlemente salía sucia desde los rechazos imperfectos de los defensores. Si a eso le sumamos que Miranda y Camposano tuvieron una noche demasiado errática, el resultado final fueron las imperfecciones observadas una y otra vez. Solo Avalo Piedrabuena para mostrarse como salida por derecha, e intentar alguna sorpresa, fue demasiado poco para armar algo interesante.
Apenas un remate del mismo Avalo y un par de cabezazos de Camposano no dieron para la emoción, ni para que Llinas se preocupe demasiado. Salvo en una donde Bidondo lo fusiló al primer palo y tuvo que activar sus reflejosEn el segundo tiempo. el que más se preocupaba antes del gol villero era Víctor Volpe, que descolgó unos cuantos centros, y que tapó la más difícil en una excelente jugada de Acosta Cabrera.
En eso estaban cuando desde el banco decidieron ponerle un poco de magia a lo grisáceo de un partido aburrido. Fue cuando entró Emanuel Sarati, ese desfachatado y habilidoso jugador que este plantel atesora secretamente. Le bastaron 4 minutos para demostrar que es muy diferente. Fue cuando tomó la pelota en las inmediaciones del área, levantó la cabeza, y sacó un remate de Primera División (de los que antes veíamos en Primera División).
La comba que trazó la curva, más la velocidad creciente del remate fue asombrosa. El gol, por calidad y sorpresa, se vivió como uno de esos que hacen explotar al público mucho más de lo normal. No era para menos, vaya a saber uno cuando se pueda volver a ver otro gol de esa naturaleza.
Después del gol San Carlos tuvo dos versiones. La primera fue irse por instinto demasiado cerca de Volpe. Fue cuando el arquero, que va recuperando su nivel, tuvo que extremar su concentración en la lluvia de centros que Atlanta tiró. La segunda versión fue más saludable. Cuando los volantes se adelantaron unos metros para poder darle respiro a una defensa sobrecargada de trabajo.
Allí se vio el esfuerzo de Camposano, Sarati, y el ingresado Madrid (no entendimos muy bien porque no jugó desde el arranque) para aguantar con fútbol un poco más arriba la pelota. Era tiempo de meter. Era tiempo de suplicar que los minutos pasen y Etchenique lo termine.
Cuando finalmente el juez lo hizo, a la gente le costó un poco saber de que se trataba. Al fin y al cabo no hace muchos años que una camiseta parecida a la que enfrentaron era la de Central Ballester. Ayer nomás. Y hoy le ganan a Morón y a Atlanta como quien se saca una mosca de encima.
Es lógica la conmoción. San Carlos, sus jugadores, su gente, no paran de sortear records propios, ni de superarse hasta lo asombroso. Viven hechos memorables. Viven un romance con su historia. Y cuando uno está enamorado, suele perder la cabeza.
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