UN CARTERO, UN VILLANO Y UN AMOR DE PRIMAVERA

El cartero llegó con malas noticias para La Villa: "podrás jugar bien pero el gol lo voy a hacer yo". Y Martín Gianfelice, aprovechando el único error defensivo en todo el primer tiempo le dio la razón. El villano López Aldazabal, que con una actuación lamentable exasperó al más sereno, fue el malo de un lindo partido de fútbol que protagonizaron Comu y el Cele. Pero cuando el final era infeliz, y la chica de los tres puntos se la llevaba el forastero, apareció el héroe, y revivió el eterno romance de Martini con San Carlos. Justo 18 primaveras después de que se pusiera la celeste por primera vez.
Después de la goleada en Rosario, dijimos que La Villa, ya sin la mochila de no ganar, podía jugar y pensar de otra manera. Aun siendo local, frente a Comunicaciones, y frente a cualquiera en esta divisional, siempre sirve sumar. Sin embargo,los partidos, que encierran tantos mini capítulos en si mismos, muchas veces se encargan de escribir sus propios significados. Este empate en un gol con el Cartero tuvo muchos vaivenes. Pero antes, durante y después (por el gol agónico), queda una misma sensación: el punto vale mucho.Aunque quede la idea de que si no llegaba el desafortunado gol de Gianfelice, la historia pintaba para un triunfo. Porque en el primer tiempo se vio una muy buena versión que continuó lo hecho en Rosario. Buen trato del balón, con la premisa de cuidarlo y no rifarlo. Y rotación en ataque para crear sorpresa.

Así se gestaron muy buenas jugadas hasta tres cuarto de cancha y por afuera, como dice el manual del buen fútbol. Y así tuvieron Berdún, Gonzalo Raverta y Oroná, los volantes, claras situaciones de gol. Porque de arranque Comunicaciones se lo quiso llevar por delante tal vez con ciertas sospechas de que San Carlos era menos de lo que es (algo que le está pasando a varios equpo).Pero cuando se dio cuenta de que la iniciativa y el juego los estaba poniendo La Villa, empezó a especular más, replegándose en su campo y aguantando el avance persistente del local. Fue justo en ese momento cuando llegó el error defensivo, la peinada involuntaria de Córdoba para la habilitación y el gol de Gianfelice. Y allí empezó un nuevo partido...
El de la desesperación que da saber que se es superior al rival, pero se va perdiendo injustamente. En ese panorama el equipo se descontroló en el segundo tiempo y se expuso a que Saboredo, Chiquilito y compañía jueguen con espacios para la contra. Porque si bien Slezack y Gonzalo Raverta tuvieron buenas jugadas para igualar, las mejores del complemento fueron para el Cartero, quien tuvo a los tres jugadores que ingresaron, Romero, Dominguez y Toloi, cara a cara con Lavallén para liquidarlo. Pero no lo hicieron y dejaron vivo a los de Malli y Besada para el empate que finalmente iba a llegar.
Antes de ese empate, y más allá del juego al límite con el que La Villa encaró el complemento, San Carlos padeció sus propias modificaciones, porque el intento de tener más peso arriba, se transformó en un debilitamiento del mediocampo.Por otro lado, una conclusión ineludible; Gustavo Villalba, el delantero que vino con tantas referencias, no está en condiciones ni físicas ni futbolísticas siquiera de ir al banco de suplentes. De otra forma no se explica ni la lentitud ni el evidente exceso de peso que sobrelleva. Y en una categoría en la que los delanteros, como Gianfelice o como López no perdonan, dar las ventajas que da Villalba es demasiado.Será materia pendiente para los técnicos, o para el mismo delantero, que deberá replantearse su compromiso.
En cuanto al compromiso del resto, el hincha puede dormir tranquilo, a este equipo le sobra personalidad para plantarse en cualquier cancha con las ínfulas de un grande, aunque todavía lo vean como a un chico. Muestras hay varias. Pero la furia con la que se revela ante la adversidad, aunque a veces le cueste cierto desorden que en esta categoría es riesgoso, es muy gratificante. Basta con ver los instantes finales después del gol de Martini donde casi lo gana por prepotencia y ambición. O con mirar a algunos jugadores que no dejan de asombrar. La entrega del "pollo" Raverta, la del Vasco Ochandorena, la de Fede Slezack y la de Córdoba es sencillamente conmovedora. Ellos levantaron a los hinchas que soportaron el frío y la inminente derrota. Ellos son el espíritu de un equipo al que le brotan agallas por todos lados.
Se pudo perder, y se estuvo muy cerca de que suceda. Pero queda la idea de que si no llegaba ese gol inesperado en contra, se podía ganar con claridad. El empate cayó fenómeno igual porque esta vez el desahogo fue a favor y sobre el final. Y con un penal salvadorl que al impresentable López Aldazabal de vergonzoza tarea no le quedó más remedio que cobrar.Porque a Minguillón se le ocurrió parar una pelota con la mano. Y Leandro Martini, a 18 años y un día de ponerse por primera vez la camiseta celeste, metió un derechazo esquinado y le devolvió la paz a su querido San Carlos. El símbolo que se está bancando con hidalguía ir al banco, también tuvo su premio en ese alarido final.
El empate le quedaba bien al encuentro, que tuvo la intensidad de dos equipos con muchas ganas de jugar.
Y le quedaba bien a San Carlos, que volvió a sumar, por primera vez en 6 fechas de manera consecutiva.Sin embargo, y a diferencia de aquel partido de Estudiantes en el que la historia fue al revés, aquí no hubo festejo, sino alivio. Síntomas de grandeza. De un equipo que como no tiene tanta historia,se muere de ganas de escribirla.
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