UNA SEÑAL


"Esto fue una señal" La anécdota más increíble de mi vida terminó con esa simple frase que iba a quedar retumbándome durante el resto del viaje a Brasil y más tarde cuando llegara a la Argentina, por mucho tiempo más. Si. Por lo insólito y lo casi milagroso debía de haber sido una señal. Pero cual? Cómo saberlo cuando el tiempo no transcurre lo suficientemente rápido como para las ansiedades que uno tiene de responderse?
En enero de este 2009 decidimos con mi novia Anabel hacer un viaje a Brasil, a Buzios, que nos dijeron: "es un paraíso terrenal" Como todas las exageraciones propias de los extremismos de los brasileros fuimos con expectativa, pero sin desmesuras. Ya en la llegada al puerto de Cabo Frío y cuando subíamos al micro que finalmente nos llevaría a Buzios,, en el asiento de adelante un chico se dio vuelta y me dijo: "Y? seguís en la radio transmitiendo a La Villa? Mi asombro ya era entendendible. Uno sabe las limitaciones de los alcances para los que trabaja en el periodismo. Para lo cual encontrar a alguien en Cabo Frío que me reconozca por esas razones ya de por si, no era demasiado normal.
Con la charla y las presentaciones el asunto empezó contener aun más causalidades. El muchacho, llamado Rodrigo, era el hermano del "chapita" Martínez, ex jugador de La Villa en el subcampeonato del 2005. Y había viajado con su novia, que casualmente vivía muy cerquita del Genacio Sálice, tema de conversación inédito, para aquellas latitudes brasileñas. Después de compartir un par de excursiones aguadas y bastantes menos agradables de lo esperado, llegó el turno de ir a Río de Janeiro. Si bien la excursión iba a durar solo un día, e iba a incluir la ansiada visita al Maracaná, la suerte otra vez no nos acompañó. Amaneció nublado y con bastante menos grados de los que esperábamos. Pero pudimos conocer el sambódromo, las favelas, el cristo redentor y varias cosas más, entre las que estuvo, claro está, el conmovedor Maracaná con su historia a cuestas. "Je, igual que el Genacio Sálice" nos bromeábamos con Rodrigo mientras nuestras novias se pudrían de retratarnos como a dos chicos con chiche nuevo.
Sin embargo, y cuando creímos que lo más impactante ya lo habíamos visto, llegó la visita por las playas más famosas de Río. Vimos de pasada las de Ipanema, Botafogo y Leblón, y la guía, a la que lo único que se le entendía era eso de que "íbamos a poder tomar mucha caipiriña", nos dijo al llegar a la de Copacabana: "esta es la playa más famosa y popular. Aquí en verano vienen miles de personas, pero hoy es un día feo y casi no hay nadie". Al menos algo así le entendimos. Pero lo cierto es que efectivamente era un día feo y no había nadie. Bajamos y ni bien pisamos la arena blanca nos dimos cuenta de que allí no nos iban a dejar ni 10 minutos. Como en toda excursión, nos querían arriar rápido para el shopping donde las mujeres pudieran gastar lo máximo posible. La playa de Copacabana era tan impactante como grande. Casi interminable. Pero la hacía aun más majestuosa la casi soledad en la que estábamos. Algún brasileño allá a lo lejos jugando al voley. Algún otro caminando con abrigo, y un vacío más propio de alguna playa sin ciudad de nuestras costas, que del lugar más popular de Río.
En los poquitos minutos que íbamos a estar, nos desesperábamos para retratar el momento. En eso estábamos cuando de repente y vaya a saber de donde, escucho que la novia de Rodrigo dice algo así como: "viene un hincha de La Villa hacia nosotros". Los tres, mi novia Anabel, Rodrigo y yo nos dimos vuelta sin entender muy bien lo que había dicho. O sin poder creerlo. Y lo que menos pudimos creer es lo que empezamos a ver. Un mestizo brasilero que venía decididamente hacia nosotros (pero no hacia el resto del contingente sino hacia nosotros) vistiendo una camiseta de ...Villa San Carlos. En sus hombros traía una percha con camisetas brasileñas que vendía. Pero apenas pudimos verla. Fue tal el grado de estupefacción e incredulidad que nos agarró que no sabíamos como reaccionar. En una playa de Copacabana en la que no había absolutamente nadie, y a la que nos hicieron bajar por 10 miserables minutos un brasileño vino directamente hacia nosotros con la camiseta de San Carlos! A nosotros!Que además de una y otra forma estábamos relacionados con ese club y que nos habíamos conocido en ese viaje a partir de esa relación! Lo primero que se nos vino a la cabeza fue un "¡¡¡sacá fotos que esto no nos lo va a creer nadie!!! Con mi típica costumbre de racionalizar todo dije: "No, esto que está pasando es imposible.
Hay más probabilidades matemáticas de sacarse 3 veces seguidas el loto que de que pase esto" Y si bien aritméticamente lo que dije es incomprobable, aun hoy sostengo de que es así. Por el miedo a no poder retratar el momento y de que sin pruebas nos traten de locos cuando llegáramos a la Argentina. Primero nos sacamos las fotos y después le preguntamos. ¿Cómo podía ser que en todo Río de Janeiro no hayamos visto ni una camiseta de Boca o River, y este muchacho salido vaya a saber de donde tenía puesta la del Celeste de Berisso?? Como pudo, el brasilerito nos contestó: "mi hermano la intercambió una vez con chicos de Argentina, a mi me gustó y la uso siempre". Mientras nos mostraba el escudito y nos decía: "Villa San Carlos", en portuñol. No se podía creer. Cuando la guía nos gritó que teníamos que volver al micro para seguir la excursión porque todavía había mucho para ver. Ninguno de nosotros cuatro le creímos.
En esa excusión de Río y en el resto del viaje a Brasil ya lo habíamos visto todo. En el micro tardamos un rato en tratar de explicarnos entre nosotros lo que había pasado. Porque por si hacía falta alguna casualidad más con Rodrigo coincidimos en que la versión de la camiseta era justo la que el club usaba cuando jugaba su hermano. Fue entonces cuando Anabel se cansó de tantas frases al aire y me dijo aun sin saber de fútbol: "esto que acaba de pasar fue una señal." En el momento mucha importancia no le di. Pero con el tiempo, esas palabras: "esto fue una señal" iban a cobrar más vida en mi cabeza. Cuando San Carlos, el equipo, se fue al receso, ni el más optimista de sus hinchas soñaba con poder lograr el campeonato. Estaba a demasiados puntos de la punta, y el equipo no había terminado bien el año. Parecía más estar en descenso que en crecimiento.
Con el correr de las fechas, por obra y gracia del trabajo y de la fe, La Villa empezó a ganar y ganar, hasta transformarse en el candidato que nadie había soñado. Varias veces en aquellos meses felices estuve a punto de contar esta historia tan linda. Pero me detuvo esa frase de que lo que habíamos vivido en Río había sido una señal. El sentido de esa frase iba tomando forma. Y quiero confesar algo. Cuando en la radio me animé a decir lo que nadie se animaba: "que San Carlos podía salir campeón" por supuesto que lo dije avalado por la realidad futbolística que el equipo demostraba en la cancha. Pero como hace poco me dijo Angelito Banegas, para salir campeón de la forma en la que se dio, San Carlos tuvo un Dios aparte. Y este club lo tuvo.
Debe ser por eso que en las últimas fechas, esa bendita frase me retumbaba cada vez más hasta hacer del final feliz una certeza. Si, ya sé. Usted me dirá que estas cosas no ocurren. Que la realidad supera la ficción. Y que las brujas no existen. Usted crea lo que quiera. Usted piense lo que quiera. Pero yo fui el que estuve 10 minutos en las playas vacías de Copacabana, con una posiblidad en mil millones de que un morochito brasilero se apareciera justo en ese instante, se dirigiera precisamente hacia nosotros con la camiseta de San Carlos puesta y nos hablara con una sonrisa que solo terminé de entender, el día en el que La Villa dio la vuelta olímpica en la cancha de Gimnasia...
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1 comentarios

  1. Lloro cada vez que leo esto, muchas gracias Martín Ortiz por esta nota, y por estar hace mas de 10 años cubriendo al Cele, en buenas y malas. Ser hincha de Villa San Carlos es lo más lindo que me pudo pasar en la vida.

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