La gente, tan visceral y cambiante, no dudó. José Luis Calderón, “Caldera” en Ensenada, ese que iba en bicicleta a entrenar, ese que se fue hace 18 años, volvía. Y lo demás no era nada. Porque su vuelta lo era todo. Motivo suficiente para reventar las boleterías como hace tiempo no sucedía. . Por eso, antes que nada, la emoción, por ese vestuario, por esta despedida, que no lo es tanto…
Ellos, la gente, sabían que Caldera se estaba yendo.Lo había dicho antes, lo repitió después, eso de que iba a usar su inteligencia para retirarse a tiempo. Por más que esas viejas pero gloriosas imágenes, llenas de goles, vueltas olímpicas y vigor, vivirán para siempre.
Empezó y terminó su magistral carrera en Cambaceres. Recorrió canchas de La Argentina y el mundo regandolas con vigor y goles. Y durante años pareció que su primer amor le había quedado tan lejos, que ya no habría momento para un reencuentro. Sin embargo, la memoria, ese “músculo” de la nostalgia tan sensible a los afectos, lo puso otra vez frente al compromiso y la palabra empeñada. “Voy a terminar mi carrera en Cambaceres”, repitió una y otra vez. Y cumplió. En tiempos en que la palabra no cotiza ni abre créditos, el cumplió.
¿De que nos sirve un solo partido? Fue la pregunta de algún hincha exigente. El mismo que cuando vio el viejo estadio de Camino Rivadavia y Quintana rebalsado de hinchas y medios estuvo obligado a entenderlo.
Este regreso de Calderón, a la “casita de los viejos” significó mucho más que 25 mil pesos de recaudación. Significó el regreso del club a los primeros planos una linda noticia. La “publicidad” gratuita del nombre del club en medios que si algo saben hacer el resto del año, es ignorarlo.
Pero hay algo más. Y que tal vez sea aun menos cuantificable o medible. Con la vuelta de Caldera, volvió el viejo hincha, ese que de tanta malaria se había alejado casi sin quererlo. Ese que vio el Cambaceres de los ascensos, los campeonatos. Volvieron las frases: “pibe, yo en esta cancha vi jugar a…”Volvió la mística añorada. Volvió Caldera, y con él un halo mágico que solo tiene capacidad de registro en los sentimientos.
Esa magia que lo acompañó cuando entró a la cancha y una conmovedora ovación lo cobijó para siempre. La mismo con la que vibró la multitud, al compás de cada intervención suya, y hasta que se fue del estadio, por última vez.
Transcurrían 23 minutos de un partido que ya lo había tenido como protagonista, en un mano a mano con el arquero, al que gambeteó pero no pudo vencer totalmente.
De pronto, una pelota para Maxi Benítez se transforma en la jugada de la tarde. Después de llevársela claramente con el brazo, y acomodarla con la cabeza, el arquero del CADU lo derriba y certifica el show que todos fueron a ver. Un gesto de humildad lleva a Caldera a decirle a Benítez que respeta su lugar de ejecutor. Otro gesto mucho más grande y ubicado le devuelve la gentileza. Había llegado el momento sublime de la tarde. El sello inolvidable.
Cuando Cernadas pitó la orden, José Luis Calderón se paró para hacer lo que todos fueron a ver en su despedida. La responsabilidad era enorme para cualquiera que hubiese estado en su lugar. Pero mucho más para él. Era la despedida, su despedida, y no podía fallar. Se paró con la personalidad y el carácter que lo acompaño en toda su carrera; la que lo hizo grande. Y la colocó con sabiduría, soltando la pelota de su pie como quien suelta una lágrima por un adiós.
El estadio, ávido de emociones, se soltó al elixir emocional más lindo. El que no tiene riendas, ni tiempos que lo limiten. Si por un momento pareció que los años se mezclaron, y el 2010 se fundió en aquellos noventa, donde Caldera se hizo famoso con la Roja que decía Copetra.
Después un partido de fútbol. Una derrota y un puñado de broncas. Pero el jugó. Como siempre, sin regalar nada.
Extrañas contradicciones estas del fútbol, donde un hombre, con un dejo de tristeza por la despedida, regala alegrías a miles de anónimos que pretenden estar cerca pero igual están lejos.
Jugó casi con una sonrisa, aunque eso suene a imposible en una despedida. Pero se preocupó porque cada contacto suyo con la pelota tuviera el sello distinguido de su presencia. Apenas aquella intención de hacerlo todo eficazmente hermoso, admirable, hasta conseguirlo. Entonces, se quedó en paz, había cumplido.
.
Escuchó por última vez la ovación como jugador de fútbol, se metió en el tunel y supo que ya no lo haría más.
Atendió a todos en el vestuario, y se fue. De Cambaceres y del fútbol. Pero no del corazón de los hinchas. Es que allí los ídolos… viven para siempre.
9/8/10, 15:11
Nunca tan bien dichas estas palabras lo que sintio el verdero hincha lo dijiste vos en palabras gracias Martin y Gracias Caldera, por tanta alegria y por volver a tu casa
9/8/10, 21:48
6.000 globos 1.500 personas para que?12.000 personas en el boske la vuelta en la kara.te keres matar ajajajaja
10/8/10, 0:29
Shhhh villa sin cancha no existis no te conoce nadie segui agitandosela atu clasico Estrella equipo nomade shhhhh
10/8/10, 11:15
IMPRECIONANTE LO TUYO MARTIN POR LA REDACCION Y MUCHISIMO MAS LO DE LA CALDERA!!!
GRACIAS JOSE SIEMPRE ESTARAS EN NUESTRO CORAZONES!!!
ROJO HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!
11/8/10, 13:48
Calderon nunca te acordaste de nosotros en 18 años y ahora venis por un partido. Mentiroso, vendehumo!!!!!!!!!!
11/8/10, 15:52
Como te duele Villa Sin Cancha no tener un idolo que sea conocido a nivel mundial y no a nivel consultorio odontologico segui mirqando la Tele que pasan hasta en utilisima la fiesta de la 14 en la vuelta de caldera chau hijo
11/8/10, 18:29
los globos que sobraron usenlos para tapar el campo de juego, o mejor dicho el chiquero,
jajajajaja
que ironia.sin cancha tambien
12/8/10, 14:08
sssshhhhhhhh villero no te peines q no salis enla foto, ssshhhh segui mirandolo x la tele, "miren miren q locura miren miren q emocion se lo dedicamos a la villa q nos estan mirando x television" shhhh cerra el ocote