EL QUE NO ARRIESGA...TAMBIÉN PIERDE.

No hacía falta ser adivino para darse cuenta que la planificación que hizo Villa San Carlos lo exponía a lo peor. Con 3 volantes centrales, 1 solo delantero, Peluso en el banco y Sarati ni siquiera allí. Antes del partido no entendimos que se quiso hacer, después del partido mucho menos. Lo que si supimos es que el mismo planteo mezquino que la semana pasada los propios dirigentes le recriminaron al entrenador, se volvió a dar, y que entonces fue el propio entrenador el que con el armado del equipo ante Armenio, se puso en jaque a sí mismo.

Una racha desfavorable tal vez hubiese sido soportada por los dirigentes, pero cuando esta fue advertida marcando aquellas decisiones que la estaban generando, y estas decisiones se sostuvieron tozudamente, ya es más difícil. Eso es lo que está sucediendo por estas horas en Villa San Carlos.

Los jugadores, tampoco parecieron haber acatado con convicción el mensaje que vino de afuera. Se notó de principio a fin la impresentable actuación que tuvieron ante Deportivo Armenio, pero también en la impotencia en el juego, y en las expulsiones. Nadie tenía idea de cómo hacer para avanzar con la pelota, con jugadores que en su mayoría no tenían tales características. Nadie tenía idea como iban a poder hacerle llegar un balón al pobre Pasquale, solitario y empecinado delantero que fue fagocitado por una de las defensas más pobres de la categoría.

Analizar demasiado el partido sería caer una y otra vez en críticas despiadadas. Como conceptos básicos alcanza con decir que salvo Volpe y Pasquale, más los ingresos de Peluso y Valenti, no se salvó nadie del incendio; y esta vez ni siquiera los defensores. Erráticos y desconcentrados, fue la consecuencia de un esquema que contó con el plan de defenderse rechazando la pelota sin más horizontes.

Varios de ellos, cuentan con el crédito que les da su pasado glorioso, otros, en cambio como Orfila o Rosli, deberán demostrar porqué San Carlos se fijó en ellos.


Decir que Emiliano Peluso es hoy, el único jugador capaz de poner la pelota contra el piso, e intentar darle orientación al equipo, es casi una verdad obvia; pero mientras siga  inexplicablemente en el banco, seguiremos obligados a hacerlo. Además, Peluso había sido en los partidos anteriores, el socio ideal que Nacho Oroná necesita para volver a su nivel, y que el equipo necesita para tener volumen de juego, cosa que ocurrió en los primeros tiempos de Morón y Temperley.

Armenio, que salió algo asustado al partido, tardó menos de diez minutos en descifrar el mensaje de los de Berisso, que no era otro que el relegamiento de campo, pelota y protagonismo. Entonces, con un poquito de Orsi (el enganche que la Villa no tuvo), y otro de los delanteros, empezó a llevarse lo que San Carlos le regaló. El gol llegó sobre el final del primer tiempo, pero pudo haber llegado en cualquier otro momento. A partir de allí todo estuvo demás. Increíblemente.

Porque el segundo tiempo fue un compendio de manotazos de ahogados del Celeste, contra golpes letales de un Armenio que tuvo los caminos abiertos para una goleada histórica, que solo terminó 3 a 0, gracias a Víctor Volpe.

Como si la tarde no hubiese sido terrorífica para San Carlos, la dirigió Guillaume, hombre afecto a los poderes, que después de amonestar a todo el local por cualquier cosa, se dio el lujo de expulsar a Gonzalo Raverta por…chocar con el arquero. Pero como habrá sido la actuación, que esta vez, hasta Guillaume quedó en segundo plano.

Final de un partido patético, al punto de que por piedad ni siquiera hubo tiempo adicional. ¿Final de un ciclo? Estas horas lo dirán. Desde el afecto y la gratitud hacia este cuerpo técnico nadie lo desea. El tema será entonces lo que ellos mismos hagan para que no les suceda lo que les está sucediendo.