Y UNA TARDE, LEA MARTINI SE FUE...

La última vez. Con todo lo que duele escribir esa frase. Con el maldito rigor que el tiempo, implacable y voraz, le impone a la vida de cada persona. Y a la felicidad que hace a la vida de cada persona.
Es que Leandro Martini, era y seguiría siendo feliz si pudiese ponerse esa camiseta celeste sobre su pecho eternamente. Pero el tiempo, maldita daga implacable que no resigna jamás su paso, dijo que este 18 de diciembre de 2010 fuese la última vez.
El emblema de Villa San Carlos, ya no volverá a vestirse de jugador.
“Hago el gol y se termina”, pensó en una de las tantas frases que le retumbaron íntimamente en una jornada profunda en emociones. Acarició la pelota, escuchó algunos gritos de gol, y allí empezó una loca secuencia de imágenes conmovedoras, íntimamente conmovedoras. Los abrazos, las caricias, las palabras que le llegaron porque la sensibilidad estaba más abierta que nunca.

Estaban los que tenían que estar, me dijo Fede Serra, el relator que también le regaló una tarde emotiva desde su voz. Estaban los que lo vieron nene, recién llegado de La Plata, y lo hicieron esperanza, por ese andar liviano y elegante que contrastaba con las feas canchas del ascenso, pero no con su magia.

Estaban los que lo ayudaron a hacerse grande, y los que se hicieron grandes con él. Los que confiaron en su mensaje, puro, pleno, sentido. Porque con su ayuda edificaron un muro contra la decadencia que adormecía a un club destinado a este despertar gigantesco en el que hoy vive.
Estaban todos los que pasaron, cuando él se quedó. Por eso la admiración al símbolo, a la bandera, al orgullo hecho propiedad. “Leandro Martini es Villa San Carlos.” Reza un hombre mayor, que lo quiere como a un hijo, de verdad.

Por eso ahora duele. El abajo, caminando con el pecho acongojado, sin rumbo fijo, ni deseado; ofreciendo su adiós. Duele mirarlo porque se va. Porque las despedidas tienen ese insoportable sabor de lo que está terminando, de lo que se apaga. Esa figura rubia que abraza a sus tres hijas es él. Lea, camino al discurso, pero también camino al silencio de canchas vacías sin él, sin ese ruido a pelota cerca.

Tengo que acordarme lo máximo posible de esta tarde. No creo que el fútbol me regale otro jugador que vista casi 20 años la misma camiseta, solo por amor a esa camiseta. Los rivales, que son todos amigos, generosos. Todos igualados desde condición de amigos, por más que unos vengan del barrio humilde, y otros de las luces de la fama, que a Dios gracias no los confundió.
Dirigidos simbólicamente por Rubén Marchioni, Julián Camino, Norberto París, Jorge Valdez y Carlos Gorostieta, no se armaron equipos. Se armaron varios pedazos del rompecabezas de las historias más felices de este club. Con una pieza en común: Leandro Martini.

Esos campeones del 93. Los que le cuentan una y otra vez a sus hijos que “ascendieron a la Villa en cancha de Independiente”. Se reunieron y parecían adultos a los que les devolvieron la infancia. Daher, Pasquarelli, Tato Mendoza y Risso; Segovia, Moreno, Bordón y Govoni; Leandro Martini,y Roberto Martini (el papá); Bresa, Dupont, Trinchín, Tules, Arias, Giglio, Messera (hermano de Mariano), Garibaldi y Silvera.

Los del 2002, más sufridos que nadie. Porque se bancaron 2 frustraciones de esas que duelen para siempre; salvo que en una tercera tengas la revancha definitiva. Esa del ascenso festejado hasta el cansancio, en la cancha del Pincha y en las calles de Berisso.
Eran los campeones del 2002 y los que sostuvieron al Cele en la C, en esos años de pobreza y orgullo. Volpe, Cortizo, Turco, Sergio Urquiza, Gastón Villalba y Alejandro Vallejos, Rubén Bravo, Diego Luise, Sánchez, Rinaudo, Franchi, Franco, Ariel Carlos, Gonzalo Martínez, Pablo Romero, Santiago París, Mariano Martini (hermano de Leandro).

Después, al final, los de la gloria reciente, los del orgullo latente. Los del record inigualable de regalarle a todos los villeros una película de ciencia ficción, y llevarla a la realidad, ese glorioso 18 de mayo de 2009. Jugaron Rodrigo Benítez; Ochandorena, Abuín, Córdoba y Aguimcer; Gonzalo Raverta, Sommariva, Mauro Raverta, Andrés Medina, Avalo Piedrabuena, Leandro Madrid, Federico Slezack y por supuesto, Martini.

Compartiendo planteles y pergaminos, estuvieron Rodri Salinas y el pájaro Miranda, hoy gozando de un presente maravilloso, pero con la memoria intacta. Y otros 2 consagrados, que nunca se pusieron la celeste, pero que por Berissenses y villeros la llevan en la piel: “Chirola” Romero y el “Chino” Benítez.

"Esto es imborrable. Quiero agradecer a todos aquellos que hicieron posible esta fiesta. “Hay cuatro momentos en la vida que voy a llevar hasta que me muera: cuando nacieron mis hijas y el otro fue el 18 de mayo de 2009, que fue el día de los Villeros”. Hablaba en tiempo pasado, y me resigno a saber que esa fiesta, la de su despedida, la del homenaje, ya haya pasado.

Este hombre que fue el que más veces vistió la camiseta de Villa San Carlos, y el que más goles hizo, convocó los duendes de la nostalgia, que al menos por varias noches, dormirán en el Genacio Sálice, junto a su presencia.
Algo puede ocurrir sin embargo. Y me alienta a creerlo toda esa gente dispuesta a ofrendarle su cariño. Puede ocurrir que embalsamemos su recuerdo de jugador, que siga quieto ahí. Y que se renueve cada vez que queramos homenajearlo por tanto que le dio al club. Por tanto que le costó quedarse solo. Sin nosotros, digo.

Ya está, se terminó. Ahora empieza el proceso íntimo por sobrellevar el cierto duelo por todo lo que se va a extrañar. Ya pudo decir y desahogarse en todo por lo que sentía, y en parte por lo que sentirá. Ya vivió la fiesta íntima que empezó con su familia, con esas 3 nenas que algún día lo entenderán mejor, pero que hoy, a su manera lo emocionaron.

Ahora alarga los últimos instantes en un vestuario al que va a extrañar, con sus miles de vivencias tristes y felices. Lo alarga porque sabe que la salida es un pasillo virtual entre el ayer y el mañana. Leandro Martini no jugará más en San Carlos; y esas palabras pesan.
Ya es hora. Sabía que me iba a encontrar con más sensaciones tristes que alegres. Con más nudos en las gargantas que sonrisas. Sabía que era una tarde con más recuerdos que proyectos. Lo sabía, y él también, por eso estira el regreso a casa por las calles conocidas, pero más vacías que nunca. Porque tiene un futuro por delante, pero desde ahora tiene un pasado único, irrepetible, con el que deberá convivir por siempre.

Los goles, los partidos son recuerdos. Los años se escaparon. Pero Leandro Martini será Villa San Carlos. Desde aquel 21 de septiembre de 1991 hasta este 18 de diciembre de 2010. Y para siempre. Como duran las cosas que valen.

La fiesta fue hermosa. Aunque quedaran muchos gritos en la garganta adentro, sin soltarse. Y unas cuantas serpentinas volaran tímidas, bajitas, como pidiéndole permiso a la alegría. Las despedidas son así. Tienen la felicidad de un rey triste.
Leandro Martini no juega más en Villa San Carlos. Parece mentira.
                                                                                                                Martín Ortiz
 
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2 comentarios

  1. Felicitaciones Martin por la nota, leerla me volvio a emocionar. Contastes con lujos, la historia de una persona, que llego de chico y se hizo hombre dentro de una cancha de futbol, e hizo grande a un club. Tuve la suerte de estar durante toda su carrera en nuestro querido club, porque hace casi 30 años soy hincha. Buena gente, compañero y jugador como pocos. Me pone feliz, saber que el esta feliz. Colgo los botines, pero seguramente seguira ligado al club, San Carlos es su casa.
    Todos los villeros le deseamos lo mejor, porque se lo merece. Ahora es tiempo de parar la pelota un momento, disfrutar de la familia y sus hijas que siempre lo acompañaron.
    Gracias por todo Lea, gracias IDOLO!!!
    Flia. Tula

  2. Gracias Lea nunca te olvidaremos y siempre tenes que estar en el club ¡aguante La Villa y el Lea!!!!

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