La bronca del triunfo que se escapó sobre el final no tapa todo lo bueno que produjo Cambaceres en el partido. Y mucho menos lo bueno que fue el partido. Más bien revaloriza una y otra cosa. En primer lugar porque el lamento por el empate en su gran síntoma de la grandeza con la que los ensenadenses disputaron el encuentro. Afanoso y con mentalidad ganadora. Y en segundo porque, aún contando las excelentes chances que tuvo Camba de hacer el tercero y liquidarlo, Villa Dálmine tampoco merecía perder.
En rigor de verdad cuando un partido es tan electrizante como el que vimos en Campana, el empate suele ser el resultado más justo y con decorativo con quienes nos brindaron semejante espectáculo. Lleno de jugadas que iban de un área a la otra con un vértigo impresionante y una generosidad con el espectáculo, como pocas veces se vé.
Cuatro goles, varios penales no cobrados por Biazutto, dos tiros en los palos de Villa Dálmine, y muchos manos a manos de ambos elencos que hicieron de los arqueros dos figuras importantísimas para que en Campana no haya más goles de los que hubo. Repasar el partido desde lo cronológico sería casi interminable. Por eso trataremos de hacerlo desde lo conceptual. De lo bueno y lo malo.
Cambaceres jugó uno de sus mejores partidos del campeonato: lo cual ya no es novedad. Después de un arranque que despertaba desconfianza, Alejo Santa María revirtió la imagen, y parece haber encontrado el equipo que él quiere para su fútbol vertical y punzante. El crecimiento venía acentuándose en las últimas 5 fechas, y en Campana lo demostró aún más.
Hay jugadores claves para esta levantada: el mejor, en la cancha del Viola fue “cachete” Casanova, que ahora si se está transformando en el jugador que prometía ser. Dueño de un dominio del balón notable, ahora le agregó sacrificio para correr por toda la cancha. Por eso ahora si, puede hacerse el conductor que ofrece el camino a sus compañeros.
La dupla de volantes centrales Jones-Benavente, cada vez funciona mejor. Porque Benavente además de meter y meter a la par del “negro” Jones, está cada partido mejor con la pelota, contagiado de su ladero, y con la confianza de saberse titular. Por ahora no han podido acoplarse del todo a los volantes que van por afuera, porque, debido a motivos extrafutbolísticos, los dueños de esos puestos han rotado demasiado. Pero es cuestión de tiempo.
En el fondo, el Rojo sigue teniendo desajustes. Ruscitti parece el más inseguro. De hecho el gol del empate fue nada menos que el resarcimiento del descuido a Cáspary en el primero de Dálmine. Pero los del viola ganaron demasiadas veces en área ajena. Lo de Leiva tampoco fue bueno, pero a él le cabe las generales de la ley para un sector en el que no se hace demasiado pié.
Arias Navarro es uno de los mejores arqueros de la categoría: y está para jugar en otra categoría. Alguien dirá que el segundo gol de Cáspery fue un mal cálculo suyo, inclusive el mismo golero lo reconoció; pero tiene dos atenuantes. En primer lugar estaba disminuido físicamente; y en segundo lugar, fue una excepción en un partido en el que volvió a tener atajadas espectaculares.
Lo de Kissner fue un gran acierto: no lo suyo con la definición en este partido, claro está. Porque el arquero De Nicola le tapó dos remates cara a cara. Pero hablamos de su llegada al club. Es un delantero inteligentísimo. Con gran capacidad de integración al juego, y viveza para fabricar espacios. Esta vez lo acompaño un poco mejor Maxi Benítez, convirtiendo además un gol.
Puntos claro y no tanto, de la actualidad de un equipo que se acostumbró a sumar y se anima a creer cada vez más en sí mismo. La mejor muestra fue la mueca de fastidio sobre el final. Porque lo que hasta hace poco hubiese sido el festejo de un punto buscado deliberadamente. Ahora es la respuesta al estreno de una mentalidad de los jugadores, acorde con el club. La nueva mentalidad ganadora, de un equipo que busca y burcó serlo, en el marco de un partidazo.
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