LA BENDICIÓN DEL TRIUNFO VENERADO

Después de sufrir debía llegar el gozo. Impostergablemente. Defensores había arrancado el año con 3 derrotas consecutivas, un técnico despedido y un sinfín de rumores que dividían opiniones acerca de quien debía ser el nuevo DT, como apuesta que deberá ser infalible. El alivio era imprescindible,debía llegar en la cancha, y llegó. Con una victoria angustiosa, en tiempo de descuento, por ese oportunismo que tiene Enzo Pelosi, y por las ganas de todos, de empezar a revertir de una vez y para siempre, los momentos indeseados.


La geografía para este Cambaceres recibiendo a Midland en la cancha de J.J Urquiza ya de por si era extraña. Y el clima que la enmarcaba aún más. Con una platea con varios técnicos postulantes, y dirigentes envueltos en rumores de nombres y decisiones, el partido parecía haber quedado en un segundo plano. Sin embargo, nunca podría quedar relegado si Camba llegaba como llegó, con 3 derrotas en fila y un promedio cada vez más amenzante.

 Había que ganar. O por lo menos no volver a perder. Y así lo entendieron Hernán Bonvicini, técnico alternativo, y los jugadores, muchos más concentrados y luchadores que en partidos anteriores. Lo mejor estuvo entonces en un factor decisivo para que esta vez los defensores no sufran. Daniel Cardozo y Adrián Jones fueron pilares de una contención que esta vez sostuvo al equipo mucho más arriba, lejos de Arias Navarro.

Ante esto Midland no supo resolver la ecuación, y Camba se fue agrandando, al punto de jugar en los últimos 15 minutos del primer tiempo, lo mejor que le vimos en el año. Fue en ese lapso donde debió haber sacado ventajas. A través de las desequilibrantes corridas de Eloy Colombano, o de la gran tarea de un Sergio Valenti cada vez más confiado en si mismo y en sus condiciones. Pero Barrera salvó al funebrero en sendos remates de Valenti, Jones y Kissner (en el segundo tiempo levantó pero fue reemplazado).

La propuesta de Camba iba a cambiar en el segundo tiempo por una mucho más conservadora. La sangría de derrotas llevó a los jugadores a recluirse progresivamente en su campo. Y si no corrió más peligro fue por dos motivos. El primero porque achicó bien espacios hacia atrás donde además la inusual dupla de zagueros compuesta por Arévalo y Benavente funcionó realmente bien.

Y segundo por la impericia de un Midland que no coordinó ni una sola jugada de ataque como la gente. Ni con Trejo, su conductor, ni con los demás volantes, y mucho menos con la liviandad de sus delanteros, Cérica y Figueroa.
Solo en el primer tiempo Arias Navarro había sido exigido para esgrimir todas sus cualidades al atajar un remate formidable de Módolo que se metía inexorablemente en el ángulo.

En contrapartida, solo el ingreso de Elías Di Biassi le dio a Cambaceres el toque de frescura que había ido perdiendo paulatinamente en el segundo tiempo, también con el desgaste físico de Jones y Benavente. Sus buenas intervenciones obligan a una pregunta: ¿Hasta cuando será relegado por presencias como las de Ricky Gonzalez o Burgos que navegan en la intrascendencia?

Pero pese a todo, el partido tenía preparado un desenlace inesperado. Era empate clavado y mientras que Midland se ofuscaba Cambaceres lo miraba con cariño. Pero llegó el centro desde la derecha, la pelea por la pelota de Jones en el área, el rebote, y Enzo Pelosi, demostrando que es un goleador de raza, la clavó en un palo, para el delirio de los jugadores y los pocos testigos permitidos. Por fin, gol. Por fin, triunfo, por fin, alivio.

El Rojo metió una de esas victorias que se deseaban con desesperación. Y por eso el festejo tuvo aroma a algo más que un triunfo. Los jugadores se desahogaron y los dirigentes, mientras decidían al nuevo técnico, también. Más que una brisa de aire fresco, Ensenada había recibido la bendición de un triunfo venerado.
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