El punto era bueno antes del partido y lo fue después también. Aunque quedó la sensación de que con un poco más de audacia San Carlos lo podrìa haber ganado. Los Andes intentó atacar más por presión de su gente que por cualidades futbolísticas; y La Villa volvió a ofrecer un cerrojo defensivo impresionante, con casos como el de Fede Slezack, que jugaron un partido impecable. El punto sirve, porque además de sumar para sí mismo, le quitó 2 a Los Andes.
Ahora si que San Carlos parece haber aprendido la famosa media inglesa. Ganar en Berisso, donde arrastra una racha imponente, y no perder de visitante, donde después de pasarla mal durante mucho tiempo, cortó la sangría con aquel empate ante Brown, y este en Lomas de Zamora.
Decir que el Cele fue a buscar el empate con determinación es contar una parte de la historia. La que dice que hay una indisimulable especulación a la hora de plantear los partidos fuera de Berisso, con un solo delantero como Pasquale, y un grupo nutridísimo de volantes y defensores dispuestos a cortar cualquier intención de ataque rival.
La otra parte de la historia es que supo y aprendió este libreto que le permite al menos por ahora, cortar la racha de derrotas fuera de casa.
Por otra parte, en la mañana del Eduardo Gallardón las ocasiones de gol fueron contadas. Pero la balanza se inclinó levemente a favor de los dirigidos por Aguero y no para los de Cascini.
En el primer tiempo fueron dos. Un cabezazo de Pasquale que tapó Díaz tras una gran pared entre Gonzalo Raverta y Guty Fernández. Y otra de Pasquale que no fue gol solo porque el delantero cometió el pecado que hoy cometen casi todos los delanteros. Confiar en el acierto del rival, y no en el error.
En el segundo tiempo las escasas jugadas de gol estuvieron otra vez en los pies de los de Celeste. Primero con una gran contra terminada por Melillo, y luego en un rebote que le quedó al pela Aguimcer. Ambas no fueron gol por cruces milimétricos de los defensores mil rayitas.
Y a propósito del local. Nada. o Casi nada, como suelen hablar hoy la mayoría de las personas, pero esta vez usando la palabra con el sustento de su significado. Apenas el despliegue y el entusiasmo de Vilce y Ojeda, pero con continuaciones en sus compañeros repletas de imprecisiones y defectos.
Lo de los atacantes Castano y el goleador Romero, corrió por cuenta de Fede Slezack, de soberbio partido, y Aguimcer, cada vez más impasables.
Entre unas y otras cuestiones, a San Carlos le alcanzó para empatar. Aunque quedó la sensación de que si se hubiera animado lo ganaba. Pero esta vez Celasco no tuvo llegada al área, Melillo alternó buenas y malas, y Domenez volvió a defeccionar. Entonces Pasquale volvió a quedar extraviado en la lucha y el fragor de lo casi imposible. Esperando por algún centro del tándem derecho compuesto por Gonzalo Raverta y Fernández, o alguna corajeada del enorme pollo Raverta.
Cuando Stoklas pitó el final, vimos a Carlos Gorostieta y Rubén Aguero saludarse celebrando el punto. Y ninguno estaba equivocado. El empate servía antes del partido y sirvió después. El tema es que no todos los días se presenta la chance de enfrentar a un grande tan desinflado como este Los Andes.
Por lo pronto, La Villa apredió a hacer la media inglesa. Gana en Berisso, y ahora empata en rodeo ajeno. Siempre sostenido en esa defensa admirable, y en un amor propio que hacen de esta campaña otro motivo de enorme orgullo para todos los villeros.
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