CAMBA SE ENCERRÓ SOLO Y JOTA JOTA LO APROVECHÓ

Jugó el primer tiempo en todo el torneo y le ganaba a Jota Jota con una superioridad mayor a la que exponía el 1 a 0 de Eloy Colombano. Con jugadores y juego colectivo en un gran nivel, hacia preveer que en el segundo tiempo afirmaria el triunfo consiguiendo mas goles. Sin embargo, los decisivos cambios del entrenador Aldirico encerraron inentendiblemente al equipo y le permitieron a un tibio Urquiza despertarse sobre el final y conseguir un empate impensado en aquel primer tiempo brillante.

Nobleza obliga. Las oportunísimas declaraciones de Cristian Aldirico a Gabriel de Charras tras el agrio empate aminoraron las críticas. Lamentablemente en la hipocresía del mundo del fútbol no es nada habitual encontrar a un técnico que asuma errores como lo hacen tantos otros pero en otros deportes como el básquet o el voley, por citar 2 ejemplos cualquiera. Después de escucharlas, sentimos alivio. Porque pocas veces había quedado tan en evidencia que los cambios de un técnico perjudicaron los planes de un equipo. Aldirico lo reconoció solo, y eso vale mucho. Sobre todo para aprender la lección a futuro.

Pero aclarado lo evidente, pasemos a lo bueno. Al potencial de este equipo. Al que supo explotar en ese primer tiempo jugado con evidente brillantez en cada decisión, y con extrema inteligencia de casi todos su jugadores, para ir desmoralizando futbolísticamente a un conjunto local, sombrado por tal superioridad.
Fueron, sin temor a equivocarnos, los mejores 45 minutos en todo el torneo. Con jugadores como Pelosi, Jones, Cardozo y Eloy Colombano en un nivel formidable. Con el acople correcto esta vez también desde el juego de Ricky González, y con el respaldo de la máxima concentración de la defensa, cada vez mejor plantada.

Solo dos hombres no estuvieron a la altura. Sergio Valenti, que anduvo algo apurado en las decisiones, pero que tiene el crédito abierto de ser un jugador que ha rendido muy bien aun en los peores momentos. Y Homero Díaz, el único que volvió a desafinar groseramente en una orquesta que estaba tocando su mejor partitura.
Cuatro ocasiones de gol fabricadas a puro toque y circulación. Un golazo de Eloy Colombano, y sobre todo el dominio en las maniobras individuales y de conjunto, por sobre un Jota Jota inexpresivo, y sobrepasado por la situación.

Todo eso redondeaba ese muy buen primer tiempo. Pero indescifrablemente en el complemento, Aldirico quizo cuidar el 1 a 0, aun sabiendo que en el fútbol, eso es tradición de entregar el empate. Y asi fue. Empezaron a salir los delanteros, para que entren volantes y defensores. El equipo se empezó a encerrar cerca de Arias Navarro que comenzó a tener trabajo. Y se cerraron los caminos para un posible contragolpe que la desesperación de Urquiza ofrecía en cómodas cuotas.

El final era previsible. Destinados al peloteo adentro del área propia. Algún rebote, algún cabezazo, alguna pelota extraviada iba a entrar. Y entró. Y si no hubiera sucedido la conclusión era la misma. O similar. Porque complicar las cosas cuando por mérito propio e incapacidad ajena vienen accesibles.

Cuando el colombiano metió el empate. Todas las miradas apuntaron al banco. Aunque nadie lo podía decir, los mismos jugadores sabían donde había nacido ese empate. Minutos después, cuando Aldirico hizo su mea culpa, cierto alivió volvió a recorrer el aire de Cambaceres. Lo que todos compartíamos, también había sido visto por los ojos del DT.
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